Fuente: Lanzarote. Apuntes para su historia
Por José Manuel Clar
A partir del año 1831 la maltrecha economía de Lanzarote comenzó a recuperarse lentamente debido a la introducción del cultivo de la cochinilla.
La cochinilla procede de unos insectos del tamaño de una chinche que crece y se desarrolla en las palas del nopal (tuneras). Los machos normalmente presentan alas a diferencia de las hembras.
Una vez que estos insectos han realizado la copulación y la hembra ha sido fecundada, en su útero comienza a desarrollar las larvas. Cuando se produce el desove, nace la cochinilla con el cuerpo arrugado y cubierto con doce pelos a veces muy largos, y sólo al cabo de ocho o diez días se le cae su piel cubierta de pelos y aparece con el polvillo blanco. Si este insecto, que se encuentra por las palas de las tuneras es aplastado, se extrae de él una substancia de color rojo carmín que se usa como colorante y que se llama también cochinilla. Entre las múltiples aplicaciones, se usa para dar color a diferentes tejidos, como el caso de la lana, en cosmética, pinturas, etc.
Este parásito aportó cotas importantes de rentabilidad desde la concesión de las franquicias comerciales a las Islas Canarias, en 1852, como ya veremos. Durante muchos años constituyó el basamento en el que descansaba el comercio que se desarrollaba en Lanzarote, siendo por lo tanto el cultivo cría que por sí solo casi equilibra una balanza comercial tradicionalmente deficitaria.
La venta de este producto al continente europeo llegó a ser importantísima, pero esta prosperidad duró pocos años, ya que desde su época culminante, que fue entre 1855 y 1870, comenzó a decaer en beneficio de otras sustancias químicas mucho más económicas. Esta circunstancia cerró los mercados internacio¬nales al producto, provocando la ruina de muchos cosecheros. A partir de entonces, la exportación de este parásito se llevaría a cabo en menor escala, de acuerdo con la demanda exterior.