La pesca de litoral

Fuente: La Graciosa Estudio histórico y geográficoF. Javier González Viera – Pilar Morín Pérez – J. Ezequiel Acosta Rodríguez

La economía de los primeros pobladores de La Graciosa era de subsistencia, se basaba exclusivamente en la pesca, el marisqueo, caza de algún conejo y en el pastoreo de un reducido ganado de cabras, pues, al ser la isla de propiedad comunal, se impedía toda utilización privada de la misma, como podía ser la agricultura, ya que esta actividad económica suponía la apropiación de una o varias parcelas.


Sin embargo, el principal problema con que se encontraron estas primeras familias en un medio tan hostil como el de la isla no fue la falta de alimento, sino la ausencia de agua. Para proveerse de ella debían cruzar El Río en sus pequeños barcos de remo o de vela y llegar a las fuentes situadas en el acantilado de Famara.
A principios de siglo, Eduardo Hernández Pacheco visitó los islotes y nos ofrece en su obra(1) algunos datos muy interesantes sobre ellos:

«En las costas del Estrecho, en la caleta llamada del Sebo, están las ruinas de una factoría pesquera, que pudo haber alcanzado gran éxito, y cerca de allí existen las cabañas de una reducida colonia de pescadores, que se surten de agua en el manantial salobre que brota en la costa opuesta al pie del acantilado, pues La Graciosa, como los demás islotes, carece de manantiales «.
Poco a poco, esta economía de subsistencia se fue abriendo al exterior, convirtiéndose en abastecedores del mercado interior conejero, sobre todo de la zona de Haría y Teguise, así, muy pronto se instauró un intenso comercio entre La Graciosa y Haría. Las mujeres eran las encargadas de llevarlo a cabo, al amanecer, llegaban hasta la zona bajo el Risco de Famara, ascendiendo por las veredas de Ye o de Guinate, cargando sobre su cabeza grandes cestas de pescado. La venta se realizaba a pie, principalmente en los pueblos de Ye, Guinate, Máguez y Haría. Con el producto de la misma adquirían otros artículos: cereales, papas, leguminosas, frutas, tejidos, etc. Al anochecer, volvían a bajar El Risco , encendiendo unas hogueras, llamadas «tegalas», que servían de señal para que los marineros las viniesen a recoger en la playa.
La labor de las mujeres no acababa aquí, pues, además de comercializar el pescado, se encargaban de mariscar (lapas, «burgaos», etc.), preparar el pescado, hacer «jareas», «desbuchar» sardinas y coger sal, producto éste imprescindible para la conservación del pescado (pescado salado).Además de estas duras tareas, la mujer tenía que encargar se de la reparación de redes y velas y atender a la casa y a la familia. Como vemos, el papel desempeñado por ella en esta sociedad, eminentemente pesquera, era importantísimo.
Los hombres se dedicaban exclusivamente a la pesca, que se realizaba en pequeños barquillos (barca mora o de dos proas) de vela o de remos, alrededor de La Graciosa y los islotes. Además, acudían en invierno a Arrieta a la pesca de la sardina, llegando, en ocasiones, hasta Fuerteventura , mientras que en verano iban a las islas Salvajes a la captura de la «vieja». Generalmente pagaban un barco grande para que transportara varios de vela, una vez allí fondeaban el barco y utilizaban los veleros; pescaban a caña y jareaban las viejas en el mismo barco. Las jareas eran vendidas sobre todo en Tenerife, pagando con los beneficios el barco y repartiéndose el resto entre todos.

La tripulación estaba compuesta normalmente por una familia, padre e hijos; estos últimos se embarcaban desde muy jóvenes, incluso antes de cumplir los diez años. En ocasiones la tripulación estaba formada por dos o más hermanos, que no tenían hijos, o, incluso, por varios amigos. Generalmente, cuando los jóvenes marineros contraían matrimonio compraban un barco, recurriendo a la ayuda financiera de la familia. Este tipo de pesca litoral era totalmente precapitalista, repartiéndose el producto de la pesca, una vez deducidos los gastos para el mantenimiento del barco , entre los marineros que intervenían en ella. Al respecto nos comenta Agustín de la Hoz (2) :

«… en La Graciosa la pesca se hace por zafras, saliendo los barquillos a la mar regularmente cada día, caso de no ser interrumpida por los malos tiempos, y los cotidianos productos de la venta se depositan en un arcón que guarda la anciana más caracterizada . Al cabo de la zafra pesquera se procede, previa convocatoria de los marineros, al reparto proporcional de los dineros acumulados en el fondo de la arqueta. En torno a la anciana hay seis hombres, un mocetón y un grumetillo muy niño todavía. La vieja, forrada su cara por un pañuelo impecablemente blanco y tocada por clásica sombrera de palma, inicia el reparto, haciendo del dinero diversos montones: cantidades iguales para los adultos y para la conservación y entretenimiento del barquillo; montones equitativos pero desiguales, para el muchacho y el niño… ¡Y hay más encanto aún! Montones de dinero, en proporción, para los compañeros que están enfermos y que no pudieron ir a la mar; otro montón para el desgraciado aquel, cuya navecilla zozobró a manos del temporal, y de ese modo contribuyen sus compañeros a su recuperación. Y por último, la más conmovedora escena, cuando todo está repartido y cada uno de su particular montón acerca al del enfermo unas monedas para e a la adquisición de Las medicinas. «
Las artes utilizadas para este tipo de pesca eran: la caña y la liña (cordel con uno o varios anzuelos en uno de sus extremos), la nasa (especie de jaula con una abertura, diseñada de tal forma que el pez puede entrar pero le es imposible salir), el trasmallo (red de enmalle, es decir los peces quedan atrapados al querer pasar entre sus mallas), el palangre (especie de liña a la que van enganchados multitud de anzuelos), chinchorro (red de cerco y arrastre para capturar camada, especialmente sardinas) y hoguera (red de cerco sin jareta, utilizada para camada viva) .
Se solían capturar pescados blancos y pequeños, pues eran más fáciles de vender y, sobre todo, de transportar por las mujeres. En ocasiones se iba a vela hasta Arrieta, haciéndose la venta a lomos de camello, o se iba hasta Arrecife y se vendía allí el pescado. En la década de los años sesenta se construye el muelle de Órzola, que se convertirá en el puerto principal para los intercambios de los gracioseros. A él acuden los intermediarios para comprar el pescado y distribuirlo por toda la isla de Lanzarote, aunque en los últimos años un graciosero se ha convertido en intermediario y posee en la isla una instalación frigorífica para la conservación del pescado, encargándose de distribuirlo por las pescaderías de Arrecife, sobre todo por 18.$ que son propiedad de gracioseros afincados en la capital, y de enviar los excedentes, sobre todo salemas, a Tenerife y, en menor medida, al resto de las islas..
Por estos años se moderniza la flota graciosera, se instala motor a los antiguos veleros y se adquieren nuevos barcos, algunos de ellos de mayor porte, acondicionados para la conservación del pescado, son los llamados artesanales. Los primeros se dedican a la pesca del día, descargando en La Graciosa o en Órzola, mientras que los artesanales tienen un radio de acción mayor, llegando incluso a la costa africana.
Estos artesanales son polivalentes, pues, además de especies demersales, se dedican a la captura de pelágicos, concretamente los túnidos, a su paso por aguas del Archipiélago.
Muy poco tiempo atrás, los artesanales, tras la pesca de especies demersales en África, descargaban en el puerto de Sta. Cruz de Tenerife, hasta que con el desarrollo turístico de la isla de Lanzarote, con su gran demanda de pescado fresco para el importante sector hotelero de la isla, posibilitó el desembarco de gran parte de las capturas en el puerto de Arrecife, aunque algún barco sigue descargando en el puerto chicharrero. Los excedentes de pescado que no pueden colocarse en Lanzarote, son enviados al resto de las islas, sobre todo a Tenerife, Gran Canaria y Fuerteventura.
En la actualidad, algunos de estos artesanales, tras ser adaptados para el uso de palangres, se están dedicando a la pesca de la merluza en los alrededores de La Graciosa.
Hoy la flota con base en La Graciosa está integrada fundamentalmente por barquillos a motor para la pesca de bajura, poco más de cincuenta embarcaciones, y por diez artesanales para la captura de especies demersales. La flota principal, compuesta fundamentalmente por atuneros, tiene su base en el puerto de Naos, en Arrecife.
La pesca de túnidos comenzó en la década de los años setenta, cuando las industrias conserveras ya estaban firmemente asentadas en Arrecife. En un principio las descargas se hacían en la capital de Lanzarote, pero pocos años después se instaló en la isla un representante de Rocar, S.A. con un pequeño almacén, donde compraba y hacía los primeros arreglos al pescado antes de enviarlo a Arrecife. Actualmente, tras el cierre de la mayoría de las industrias del sector, la comercialización de túnidos, al igual que la merluza, se canaliza por las mismas vías utilizadas por los gracioseros asentados en Arrecife.
Hasta hace muy pocos años la infraestructura pesquera existente en la isla era totalmente insuficiente, pues el puerto sólo contaba con un muelle y un dique de abrigo. Era imprescindible la construcción de un contradique saliendo de la parte sur de la dársena, para evitar ser afectado por el tiempo del sur-este. Además era necesario dotar al refugio de una grúa para carga y descarga de pescado y provisiones, y era conveniente la utilización de lanchas de desembarco de la Marina para descargar sobre la playa un trailer-cisterna de gasoil, para el consumo del mes.
Estas obras eran fundamentales para solucionar los problemas que se presentan en los días de mala mar, tanto para la pesca como para las comunicaciones. De vital importancia era también la instalación de una cámara frigorífica para la conservación del pescado, ya que sólo existía una, de pequeña capacidad, propiedad de un intermediario. La instalación de una grúa era, asimismo, muy importante, pues la carga y descarga, tanto del pescado como de los suministros, se hacía a mano, lo que puede resultar peligroso, además de ser muy lento.
Todas estas obras, además de la instalación de una maquinilla para varar los barcos, las ha ido realizando la Consejería de Agricultura y Pesca durante la segunda mitad de los años ochenta, terminándose a principios de la década de los años noventa.

(1). Hernández Pacheco , E.: op. cit. T. II. p. 321.
(2). de la Hoz, A.: op. cit. p. 198.

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