Anneliese Guttenberger (Artista)

Fuente: Rostros de un paisaje (Miguel Hernández)

Por María José Tabar
PeriodistaAnneliese Guttenberger

El tajo que tiene en su mano derecha está rojo y abierto de par en par. Se lo hizo por tropezar con la cuchilla de un molinillo en un cajón revuelto donde buscaba con el brazo a ciegas. La herida y las manos le delatan como carpintera de profesión, formada en Heidelberg, su ciudad natal, que si quedó en pie tras la Segunda Guerra Mundial fue porque los americanos «se enamoraron » de su casco histórico.

Sabe mucho de destiladeras y de naturaleza arrinconada, de pilas, aperos de labranza y catedrales de piedra que el mar socava en el Sur, en esquinas de la costa que busca y encuentra por necesidad. Pinta, moldea con papel, lija … expresa. Sea como sea, siempre buscando caminos que le alejen de pintar posta les para turistas. Annalisse se asentó en la isla en 1986 y compró una vivienda en Teseguite, reconvertida en un taller que parece cimentado en rayos de sol y pintado con nubes. Posa con Tábula Rasa, sonriente y encogida de hombros, como diciendo «La isla es así, ¿y qué más da?», lanzando un interrogante al mundo, ofreciéndose como una tablilla de cera lisa, dispuesta a ser escrita con la pluma del aprendiza je, con lo que le digan los sentidos. Quizás porque se siente con suerte por habitar esta latitud de este planeta azul. Azul Endeavour. Azul eléctrico, como el reflejo del firmamento. Ha visto la llegada de los quads, que cuartean el terreno y se llevan por delante avutardas, y el desembarco del urbanismo atropellado. Y sonríe, de cualquier forma. Tan enamorada de Almodóvar como de la fragilidad de esta isla. Para agradecerle el detalle, una nube con forma de dragón se contonea y avanza hacia el Norte, parándose un ratito, el justo, frente al ventanal de su patio.

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