Pregón de Tiagua 2017

Pregón de las Fiestas del Socorro
Tiagua  2017

POR  LUCÍA BONILLA GUERRA

Buenas noches.
Fue una sorpresa para mi hermana y para mí que Toño, en nombre de la Directiva, nos llamara para pedirnos que fuéramos las pregoneras de las fiestas del Socorro de este año, para homenajear a mi padre. Y con mucho cariño y con mucho orgullo estamos aquí mi hermana y yo intentado recordar los buenos y los malos momentos que mi padre vivió en este pueblo.

Mi padre, como todos conocen, se llamaba Juan Bonilla de León, o seño Juan, como todos le llamaban, nació en La Peña, procedía de una familia humilde de Tao, de padres labradores y eran ocho hermanos. Se casó con María Luisa Guerra y tuvo dos hijas, Maquita y yo, Nena.

Fue soldado de la guerra en la zona de Zaragoza, nos contaba mi madre que cuando llegó de la guerra llegó con muchos dolores, mi madre le planchaba pañitos calientes para aliviarle el dolor y un día fue tanto lo que se quejó que le puso la plancha encima, se levantó de la cama y mi madre tuvo que salir corriendo porque mi padre casi la mata, y nunca más le dolió. Le encantaba contar anécdotas de la guerra a sus nietos y siempre les decía «pero yo no maté a nadie».

Mi padre trabajó en sus comienzos en la labranza, hacía lo que se llamaba las tierras de medias y al tercio, poco a poco y con mucho esfuerzo, se fue haciendo con sus propias tierras, que compraba a los dueños de los terrenos para los que trabajaba.

Trabajó también de jornal, con el dueño del Cortijo, don José Fierro, arenando los terrenos con su camello, él se encargaba de traer arena en el serón de una cueva de Yuco. En esos tiempos de sequía, mi padre con su camello iba junto con los vecinos del pueblo, a buscar agua a las galerías de Famara, eran tiempos difíciles.

Con su esfuerzo nunca faltó la comida en casa, ni un vestido nuevo para que mi hermana y yo estrenáramos el día del Socorro, que mi madre siempre nos compraba en casa de Domingo Laso.

Teníamos granos, gallinas, conejos y cabras y cada año criábamos un cochino para la matanza. La carne del cochino, mi madre la ponía en salmuera, para que no se echara a perder y durara lo más posible. Como no había dinero para comprar aceite, me acuerdo que mi madre cocinaba con tocino y qué bueno estaba. También mi padre criaba todos los años un gallo, para matarlo el día de la fiesta del Socorro y poder hacer el puchero y darnos una tacita de caldo antes de irnos a la función, que acompañábamos con el bizcocho que mi madre en época de fiestas amasaba para tener el pan fresco y bizcocho todo el año.

Por aquel entonces, mi padre que se llevaba bien con los guardias civiles de la zona, siempre los invitaba a comer porque le gustaba tener mucha gente en casa el día del Socorro. Nosotras nos enfadábamos, porque siempre los traía a comer a la hora de ir al baile, y él se reía.

Durante un tiempo, organizó bailes en la Cochera, lo que conocemos como la casa frente al pino, nos contaba que los hombres entraban por turnos, primero unos, bailaban unas cuantas piezas, veían las mozas que había, salían y entraban otros, así nos decía, todos tenían oportunidad de bailar y ver a las mozsas.

Tuvo también una cantina en casa, donde los vecinos se juntaban a jugar al envite, fue allí donde conoció a un tal Bonilla casado con Susa Abreu, y que resultó ser el Secretario del Ayuntamiento. Se hicieron muy amigos y fue él quien lo convenció para que fuera alcalde del pueblo de Tiagua.

Durante algunos años mi padre ejerció de Alcalde pedáneo y eso le encantaba. Tenía que ir todas las semanas a Teguise a las reuniones del Ayuntamiento… ¡como le gustaba¡ Se ponían guapos él y el burro y tiraban p’a La Villa.

Al burro le cortaba las cerdas del rabo y las del cogote se las ponía tiesas y peinadas con el jugo de una tunera, lo que hoy sería la gomina. Luego limpiaba la silla de montar y para La Villa a sus reuniones. Cada vez que había esas reuniones, había pleito en casa, porque mi padre llegaba entrada la noche y contento, ya se imaginarán ustedes por qué.

Era un hombre muy generoso, siempre dispuesto a escuchar las quejas de los vecinos. Recuerdo que cuando se puso la luz en el pueblo, consiguió que el Ayuntamiento diera una ayuda económica a cada vecino, para que nadie se quedara sin luz.

Tenía especial atención con los maestros del pueblo, a los que instalaba en la casa de don Pedro Cabrera y les llegó a conseguir hasta un retrete, cosa difícil en esa época. Traía a casa a los maestros todas las tardes, para invitarlos a un vinito y bizcocho. Mojaban el bizcocho con el vino y siempre le decían «Don Juan, qué bueno está esto», nos contaba mi padre, que las maestras se tenían que enganchar unas a otras para poder llegar a la casa, e iban diciendo «pero qué bueno estaba el vinito de Don Juan».

A mi padre siempre le gustó ir a Caleta de Caballo, nos llevaba a mi hermana y a mí en el camello. En el vaso del camello metía una cesta con higos picones, encima le ponía la paja que servía de comida para el camello y para hacer el colchón donde dormíamos por la noche mi hermana y yo. Nos quedábamos en una choza de piedra y barro que Margarita Cabrera le prestaba, y que acabó comprando y construyendo la que hoy es mi casa. Nos pasábamos los veranos enteros y en septiembre regresábamos a Tiagua para plantar las papas en el monte, en una parcela que el Ayuntamiento había cedido a todos los agricultores. Me acuerdo que mi madre llevaba una caldera tiznada donde hacía el sancocho en el mismo campo, porque estábamos hasta tres días recogiendo papas, al final iba el camión de Juan Barrera a buscárselas.

Le gustaba mucho la cacería, iba con Don Jorge y Juanito Parrilla a cazar conejos, que luego iban a comérselos a la playa. Juanito Parrilla era gran amigo de mi padre, me acuerdo que cuando mataba el cochino, empaquetaba los testículos del animal y me los mandaba a llevar como regalo a Juanito, que se cansaba de reír cuando abría el paquete y veía la broma. Muchas coplas le dedicó Marcial Rodríguez el de Soo con esta anécdota.

Fue mi padre un impulsor del juego de pelota mano, que ya estaba olvidado. Logró juntar a un grupo de amigos y jugaban en el camino frente a la casa de Manuel Hernández. Venían a competir grupos de La Villa y de Soo y se lo pasaban pipa. Más tarde tuvieron que cambiar el campo de juego y vinieron a jugar delante de casa porque empezaron a asfaltarse las calles. Allí, cada domingo se reunían y se hacían competiciones. Tres días antes del juego, mi padre hacía una bebida que sólo se podía tomar mientras se jugaba «EL PONCHE». Los ingredientes del ponche eran: ron, agua, azúcar, limón, canela y un secreto que nunca nos desveló, y cada vez que le preguntábamos sonreía y nos decía «si te cuento el secreto sabrás más que yo». Y el secreto nunca nos los desveló. Les puedo asegurar que era una bebida deliciosa y no emborrachaba.

Fue Juan Manuel Auta quién recogió el testigo de mi padre y otros jugadores para conseguir reflejar en un libro como era este juego.

Era tanto lo que le gustaba jugar a la pelota mano que le llamaron del instituto Blas Cabrera para que enseñara a los profesores el juego y no supo decir que no. Estuvo durante una época, dando clase de pelota mano a un grupo de profesores del instituto para que ellos luego enseñaran a sus alumnos, pero mi padre siempre decía que esto era un juego de hombres y no de mujeres y no era machista.

Bueno hasta aquí lo que ha sido en general la vida de Juan Bonilla, sólo hemos relatado una parte de su vida, pues desde que se casó hasta que nos dejó, vivió en este pueblo, intentando siempre repartir sonrisas a sus vecinos y extranjeros, hombre humilde, trabajador y sobre todo amigo de sus amigos, que para él eran todo el mundo.

Con el recuerdo de este vecino de Tiagua damos comienzo a las fiestas del Socorro 2017

Gracias a todos y buenas noches

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