Pregón de Caleta Famara 2019

Pregón de las Fiestas del Sagrado Corazón de Jesús
Caleta de Famara 2019

Por: HERMANAS TOLOSA MARTÍN

Estas pregoneras se sienten muy alagadas y agradecidas por ser elegidas para dar este pregón, que es parte de nuestras vidas. Una vida que hemos compartido durante muchos años, desde nuestra infancia hasta ahora que seguimos participando.

Nuestros primeros tiempos caleteros, allá por los años 60, eran muy diferentes a los de hoy…

En aquellos tiempos La Caleta era un pequeño pueblo, tranquilo y familiar de pescadores.

Nuestros abuelos, Tomasa y Marcial, fueron unas de las primeras familias que fundaron el pueblo hoy conocido como La Caleta de Famara.

Fue gracias a este afincamiento de nuestros abuelos por lo que nosotras nos animábamos a venir siempre, porque nos sentíamos muy acogidas y arropadas por todos los que aquí vivían, sobre todo el verano era el mejor momento del año.

Allá por los años 60, o antes, veníamos cuando éramos pequeñas porque mis abuelos vivían aquí, así que mi infancia la pase aquí y en la Villa. Mis padres venían con frecuencia y nos encontrábamos con nuestros primos, que seguimos muy unidos, un saludo a todos desde aquí, ¡hola primos!

Íbamos a bañarnos a la playa chica, porque Famara estaba prohibida porque era peligrosa. Con unos bañadores que nos hacía mi madre, ¡que ya se lo pueden imaginar cómo eran! La última en salir del agua era yo, porque me daba vergüenza, y me iba escondiendo por detrás de las piedras del trampolín que había antiguamente aquí, y llegaba corriendo hasta casa de mi abuelo para que no me vieran. Pues llegaba asfixiada.

La casa de mi abuelo era grande, tenía un patio donde había una pequeña aljibe y vendía el agua por baldes o barriles que los llevaba en la cabeza.

También en un rincón del patio tenía muchos trozos de madera que recogía de la playa, que llamábamos jallo, y ahora lo que hay es plástico… Esa madera se aprovechaba toda, para leña, para soco y lo que hiciera falta, en fin que se reciclaba todo.

Tenía una tienda de comestibles única en el pueblo, donde está hoy el restaurante Costa Famara y no había horario, le tocaban a cualquier hora: por una vela, una caja de fósforos y lo que hiciera falta. Mi abuelo tenía un carácter muy fuerte, que a veces nos asustaba, pero en el fondo era bueno de corazón, pues en la tienda ayudó a mucha gente que no podía pagar, y lo mismo hacía con el agua.

Una noche se nos cayó en el jable la lata dónde llevábamos el dinero de la tienda, las pesetas y las perras chicas, todo eran monedas y estuvimos buscando sin parar y por la mañana temprano fuimos a buscar el resto.

Con el tiempo mi abuela Tomasa murió, la queríamos mucho, todos mis primos y el pueblo también, era muy buena. Entonces mi abuelo quedó solo y veníamos la familia con frecuencia a estar con él, hasta que mi madre decidió, por un tiempo mandarnos a Fabiola (una de mis hermanas) y a mí, una semana cada una.

Veníamos caminando por la carretera vieja, solas, pero no pasaba nada, nos encontrábamos por el camino mucha gente conocida. Cuando llegamos a la altura de las laderas, nos parábamos a tomar un vaso de suero fresquito, que nos daba la familia Machín ¡y qué bueno era!, nos sentaba de maravilla. Cuando íbamos llegando al pozo, nos llegaba el olor a seba y a la mar, a la que hoy en día mucha gente llama algas y también medusas a las aguas vivas. ¡Señores estamos perdiendo nuestro vocabulario!

Por la noche iba a casa de mis tíos Juana y Domingo (hermano de mi madre), a buscar a mi prima Inda, porque se quedaba con nosotras, a la que tampoco olvido.

Me gustaba mucho y veníamos contentas a la vuelta, pero como tardáramos en llegar, mi abuelo nos iba a buscar. Con el tiempo venía también mi primo Mingo, hermano de Inda, porque en la casa eran muchos ya, y veníamos más acompañadas.

Había noches que nos quedábamos fuera, en aquel jable limpio, frío pero caliente al enterrar los pies descalzos, porque claro, nadie en esa época tenía zapatos. Jugábamos al pañuelo y al clavo, al tres en raya y otros juegos, eso claro, si mi abuelo estaba dormido, esperábamos a que roncara, pero una de esas noches, mi abuelo nos oyó y se levantó hecho una fiera, que mis amigos desaparecieron sin que nos diéramos cuenta, y nosotras llorando, y mi abuelo ¡venga para adentro!

Él solía dormir la siesta detrás de la casa, al fresco de la marea, como otros muchos, y de almohada una piedra, ¡eso era sagrado! Aquella piedra no se tocaba porque era su almohada. Y hoy en día, estamos buscando una almohada para el cuello y no la encontramos todavía.

Jugábamos mucho en los matos, mis hijos también, era una maravilla para el escondite y muchos juegos que se hacían, hoy ya no es lo mismo, se ha perdido la esencia porque ya están mezclado con tierra y cemento pero sigo mirando para ellos porque mi casa, por suerte, la tengo enfrente.

Mis hijos han hecho muchos amigos aquí, el que se me viene a la mente es a Rogelio, fallecido este año, hermano de mi marido, abuelo de Fernando el de la comisión de fiestas que se ha portado muy bien con nosotras y la comisión en general.

Ya han pasado los años y seguimos viniendo a La Caleta, porque esto además de ser un paraíso como la Playa Famara, es muy familiar.

También dos de mis hijos, Julio y Yolanda, viven aquí, y anteriormente a ellos, Mariajo y Belén. Así que tengo cinco nietos caleteros que espero que aprecien, valoren, cuiden y respeten, este maravilloso y único lugar en el mundo, como lo he hecho yo hasta ahora.

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