Pregón de las Fiestas de San Juan
Soo 2016
Por: LEANDRO GUSTAVO RODRÍGUEZ PEÑA
No recuerdo, exactamente, cuando ni como sucedió, sólo sé que fue hace 24 ó 25 años, más verano que invierno, era sábado o quizás domingo, sobre las 4 ó 5 de la tarde, el caso es que nos acercamos a la cancha donde estaban jugando a Pelotamano los mayores del pueblo, esta vez la cosa era diferente, no íbamos solo a mirar como jugaban, sino a participar en la partida y de paso a aprender los entresijos del juego.
Aquella tarde y las que vinieron luego aprendimos a trincar la falta, lo que era el cabo bote, a ganar una raya, quienes eran los jugadores especiales, como se hacía un chico o un pajero, las diferentes formas de golpear la pelota, así como a amagar, mandarla a triscornia, etc. Y algo fundamental que no debe faltar en toda partida de Pelotamano, el ponche de Juan Bonilla, que tantas alegrías nos dio.
Allí conocimos a Antonio Rojas, siempre en cuclillas, observando quien y como se iba a jugar la pelota y así poder anticiparse para pasarla.
También estaba José Cáceres, el nos enseñó a jugar de aire, a dejar que la pelota botara en el suelo para luego meternos debajo y sin mucho esfuerzo devolverla.
Con Francisco aprendimos a esperar hasta el último momento para golpear la pelota, casi se detenía el tiempo, esto solo lo veríamos más tarde en películas como Mátrix. Francisco esperaba a que la pelota estuviera a ras de suelo, y cuando ya estábamos contando las 15 él la devolvía para que siguiera el juego.
Con Eugenio Machín, no sólo teníamos una 2ª oportunidad, sino una 3ª, 4ª, 5ª y las que hicieran falta hasta que golpeáramos bien la pelota. Siempre tenía en su boca una voz de ánimo: «otra entra» y así que nos entraba una. Había que ser pacientes.
Lillo nos descubrió cosas que la ciencia todavía no ha sabido explicar y es el hecho de hacer escupir fuego a una pelota. Con 16 ó 17 años, todo nos parece posible y nos atrevemos con todo, pero ahí estaba Lillo, con su tremendo bote, para demostramos que hay ocasiones en las que es mejor dejar pasar la pelota, no meter la mano a todas, se hace una raya y se juega, y si no sufrías las consecuencias. Todavía hoy recuerdo como me ardían las manos al intentar jugar una de esas pelotas que tiraba a los jugadores de falta.
Que puedo decir de Benigno, aparte de todos los pleitos que nos echó, y que hizo que más de uno se aburriera, el hacía posible lo imposible, era capaz, de llegar a cualquier pelota, de sacar las pelotas más comprometidas de debajo de su barriga, de tumbarlas sin que hubiese posibilidad de devolverlas, de anticiparse al contrario para devolver las pelotas. La Pelotamano era su pasión, de ahí a veces su intransigencia.
He de decir, también, que todo este aprendizaje no fue un camino de rosas, nos pelearon mucho, no sólo Benigno, sino todos, y de muy diversas formas, pero con el tiempo los fuimos conociendo y vimos que no había mala intención sino apasionamiento por la Pelotamano.
Con ellos, no solo aprendimos a jugar a Pelotamano, también nos transmitieron otros valores, como el de ser honestos, debíamos dar aquellas pelotas que eran malas sin que nos las pidieran.
Eso sí, había que ser honesto, pero no teníamos que ser más papistas que el papa, y si nos quedábamos con aquellas pelotas que eran para ganar una raya o para evitar que el otro partido hiciera un chico, tampoco pasaba nada, no nos iban a condenar al infierno.
Nos enseñaron a no dar una pelota por pérdida, a luchar por todas, a presionar, a discutirlas si era necesario y cuando la situación se enquistaba y nadie daba el brazo a torcer, la volvíamos a jugar y listo. No había que llegar a las manos.
Asimismo, aprendimos a hacer algo de teatro. Recuerdo como Suso me decía: «fíjate, cuando Benigno da algún carozo se agarra el brazo y se pone “choooss, chooss, ya me mancó la pelota cabrona», así seguía hasta que Mingo contaba 15 o se hacía una raya y sobre la marcha se le iba el dolor.
No menos importante, en la Pelotamano, era el respeto por las personas por las personas mayores y por lo tanto de más experiencia. Como todos saben y si no se los cuento yo, en este juego no existe árbitro, pero sí la figura del «hombre bueno», que era aquella persona mayor con experiencia y conocimientos amplios sobre la Pelotamano y al que se le consultaban las dudas sobre algunas acciones del juego y era tenida en cuenta su opinión.
Por todo lo dicho hasta ahora, bien podría decirse que la Pelotamano era algo más que un juego, en el que no solo se intentaba ganar al otro partido, que también era casi una forma de vida, en la que se iba aprendiendo de los mayores cosas básicas que podíamos aplicar en el día a día.
Lo dicho hasta ahora y muchas otras cosas que se pueden añadir, es con respecto al pasado reciente.
Y ahora, hablemos de María Ana y de sus axilas sin depilar. María Ana tenía 489 vellos en cada una de sus axilas.
Perdonen que hable de María Ana y de sus sobacos que no tienen nada que ver con el homenaje de esta noche, pero quizás sean más interesantes que el presente de la Pelotamano.
Bueno, puedo decir que a día de hoy, en Soo, no se juega a Pelotamano, más allá de algún que otro sábado en el que vamos a la cancha a tirar unas pelotas, pero a eso no se le puede llama juego de pelota. La verdad es que no sabría decir el porqué, ya que mientras nuestros mayores aguantaron jugamos casi todos los fines de semana, luego, el vacío. No sé si esto es debido al juego mismo, a su dificultad de aprendizaje, ó a la sociedad en la que vivimos que quiere juegos fáciles de asimilar, con pocas reglas, que las tradiciones ya no importan, no lo sé. También puede ser por causa nuestra, de los jugadores de ayer y de hoy, que no hemos sabido mantener vivo el espíritu de la Pelotamano.
Asimismo, me gustaría sumar a estas causas el escaso apoyo recibido por parte del Cabildo de Lanzarote ó del Ayuntamiento de Teguise. No existe, a día de hoy, por parte de ambas instituciones un apoyo decidido a la Pelotamano. Como ustedes saben, desde el año pasado se viene celebrando los 600 años de historia de Teguise, pero hasta donde yo sé, Teguise, no es solo sus iglesias, conventos o palacios, también lo son sus tradiciones, su folclore, su cocina, y como no, sus juegos populares y la Pelotamano, como juego que es, forma parte de su acervo cultural, no en vano hace ahora 400 años, allá por 1616, aparecen los primeros escritos sobre Pelotamano y hacen referencia a una venta de casas en la calle La Pelota que 1inda con el juego de Pelota, así que podríamos decir, sin exagerar, que la Pelotamano
es tan antigua como la propia Teguise, porque si no, difícilmente se le iba a dedicar una calle. Por lo tanto, la Pelotamano merece ser rescatada, restaurada, como lo son sus iglesias, conventos, calles, timples y demás tradiciones de Teguise.
Si realmente se quiere, como se dice, sacar adelante este juego, no se debería malgastar el dinero en poner estatuas, como la que se colocó aquí en diciembre pasado, porque mientras se colocaba ese trozo de metal ahí al lado, detrás no teníamos ni una triste cancha en condiciones para practicar el juego. Es más, en ningún pueblo de este municipio existe cancha alguna de Pelotamano, como si las hay de fútbol, de baloncesto, lucha, etc. El mismo día que se inauguraba la susodicha estatua, el alcalde, nos prometió meter la Pelotamano en los colegios, que iba a sacar adelante este deporte, etc. Pero como todos saben, aunque no hayan jugado nunca a Pelotamano, para practicar este juego se necesita una cancha y una pelota, como mínimo, y hasta donde todos podemos ver, este ayuntamiento no dispone ni de lo uno ni de lo otro. Con respecto a las pelotas, puedo decir que a día de hoy, las únicas personas que hacen las pelotas con las que jugamos son Juan Manuel Auta (que vive en Fuerteventura) y Sergio Brito, sin ellos sería imposible continuar con la Pelotamano y podríamos dar por muerto este deporte.
Para ir finalizando, me gustaría pedir, no a este alcalde, pues ya ha prometido canchas, sedes para los partidos y meter la Pelotamano en los colegios, pero no ha cumplido nada, sino a aquellos compañeros que en su día fueron partícipes de las enseñanzas de las personas que hoy hemos mencionado, pedirles que dedicaran 2 horas al mes, 24 horas año, l día al año a jugar a Pelotamano. Les pido que aporten su granito de arena, que devuelvan parte de lo recibido, que hagan un esfuerzo para que este juego, que es seña de identidad de Soo no se pierda, que sus valores se sigan transmitiendo a las generaciones futuras.
Esos compañeros a los que voy a nombrar y de los que me puedo acordar son: José Juan, Nini, Franci, Alexander, Aday, Germán, José Adán, Manolo, Basilio, Tirso, Desiderio y Lage.
Con ellos y con los que actualmente seguimos practicando: Mingo, Suso, Sergio, David, Alberto y yo mismo, tendríamos para hacer 4 partidos y continuar la tradición.
Este sería el mejor homenaje que se le puede hacer a la Pelotamano y a aquellas personas que nos lo transmitieron. Recuerdo ahora las palabras de Benigno al salir del centro de salud: a mí lo que me gustaría sería poder venir a Soo y sentarme a ver una partida de Pelotamano. Supongo que es un sueño compartido por todos aquellos que todavía están entre nosotros.
De todos depende que se haga realidad.
El futuro de la Pelotamano no se sabe cuál será, depende de lo que hagamos en el presente. Aunque yo lo resumiré con una frase:
Está más negro que el sobaco de un grillo
De todos depende que no sea así.
Muchas gracias por su atención, espero que disfruten de las fiestas, que sepan valorar el esfuerzo de la Comisión de fiestas, que también es otra seña de identidad de nuestro pueblo y que se lo pasen todo lo bien que puedan.