Recordando nuestras fiestas

Fuente: Especial Teguise 90. Fiestas del Carmen. Lancelotbanda
Por Antonio Lemes

Como emigrante, visitar mi pueblo es una alegría inmensa, pero volver para celebrar con los míos sus tiestas patronales la acrecienta sobremanera. Intento recordar detalles de mi infancia y no puedo evitar que vengan a la memoria singulares personajes de nuestro pueblo, como Antonio «La Bicha» y Jordán González, quienes me enseñaron a repicar las campanas de la Torre Repicábamos en la oración, en los bautizos, y redoblábamos en el toque de ánimas.

El toque del alba, por su horario y por ser privilegio de Rafael, el «Sacristán», no nos estaba permitido tocarla. Rafael, además de vestir a Nuestra Patrona, era un enamorado de la Virgen del Carmen, le hablaba con un mimo especial, y con sus piropos constantes parecía hacer sonreír el fino y dulce rostro de la imagen de la Virgen.
Hasta mi marcha lo recuerdo como un hombre entregado por entero a la preparación, arreglo y conservación de nuestra iglesia, conventos y ermitas. Su desaparición fue, sin duda alguna, una gran pérdida para el pueblo: Especial recuerdo tengo de nuestras fiestas por el júbilo con que los niños la recibíamos. Trajes, zapatos nuevos y un sinfín de privilegios que la fiesta traía consigo. Eran días de helados, gigantes y cabezudos, carreras de saco, cucañas, etc.
Al emigrar me fue imposible participar, como adulto, en las fiestas. Por eso, he visitado a los mayores y durante la charla me comentaban lo más entrañable de estos días. Asistir a misa por la mañana, turnarse en la procesión porque el honor de llevar la Virgen en sus hombros debía ser compartido por todos. Recuerdan las piñatas en bicicleta, o subidos al lomo de un burro pero, sobre todo, las carreras con estos animales, donde no se trataba de ser el más veloz, ya que el ganador era el último en entrar a la meta.
Ventorrillos rodeando la plaza de la iglesia. Bailes con timples y guitarras e, incluso, los más viejos hacen referencia a las verbenas en la era de Andrés García. Por la tarde, no podía faltar el paseo desde el convento de San Francisco hasta la esquina de Emilio Fontes…, con algún que otro descanso en los bares de la zona. La noche continuaba con el baile en el Teatro Municipal. Las fiestas transcurrían en un ambiente alegre, acompañados de actos culturales realizados por jóvenes del pueblo bajo la dirección de doña Clotilde Bethencourt, las hermanas Spínola y el vestuario de Rosa Bonilla.
Sin duda, la evolución de los pueblos ha sido también la de nuestra ilustre Villa; a pesar de los comentarios, no exentos de cierta envidia, que «la Villa ya no es la Villa…» ¡Qué equivocados estaban! La Villa sigue siendo, pese a quien pese, la cuna del teatro, de gentes emprendedoras, luchadoras y con capacidad de reacción ante las adversidades. ‘Si miramos atentamente el rostro de nuestra Patrona veremos cómo refleja un estado de alegría, de satisfacción, de sentirse orgulloso de todos nosotros y de animarnos a seguir luchando.
Emigrantes o no, sin distinción alguna, tiene nuestra Villa una «Mareta» donde albergar a quienes quieran compartir estos días de fiesta. En los actos culturales que se celebren y en la alegría que dimanen los rostros de los teguiseños daremos a conocer nuestra hospitalidad

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