Iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe

Fuente: Arquitectura de Lanzarote en el S. XVIIinterior-guadalupe

Por Manuel Lobo Cabrera y Pedro Quintana Andrés

 La creación  de Teguise  como  principal  núcleo  de Lanzarote  data de los comienzos del siglo XV, y de esas fechas es también la fabricación de su primitiva iglesia fundada por Maciot de Bethencourt, siguiendo las directrices de Jean de Bethencourt quien ordenó antes de partir para Fran­cia que de las rentas de las islas de Lanzarote y Fuerteventura se hicieran dos iglesias, una en cada isla, por Jean le Masson (34). En 1445 el templo ya existía, pues en 24 de agosto de aquel año se reunían en la iglesia de San­ta María de Teguise, la nobleza y pueblo de Lanzarote, convocado por Adrián de Bethencourt como representante de Diego de Herrera, con ob­jeto de presentar su nombramiento de gobernador de las islas Canarias, realizado por los señores de las islas (35).

Debía ser una construcción de pe­queñas dimensiones, posiblemente de factura mudéjar (36), de acuerdo con las directrices de la época, que a lo largo de los siglos XV y XVI fue ampliándose por la necesidad del vecindario y para otros usos, pues»era nor­ma que los cabildos se celebraran allí.

Pero a partir de 1569 se convierte en el templo de Canarias más castigado por los incendios y la destruc­ción, causados por los ataques berberiscos que se suceden desde aquella fecha hasta 1618. Después de cada saqueo los señores de la Isla y los ve­cinos ponían todo su empeño en su reconstrucción, pero apenas les daba tiempo de iniciarla, cuando un nuevo asalto se cernía sobre ella. A fines del siglo XVI la iglesia estaba nuevamente reedificada, pero pobre y tos­camente, puesto que en 1596, cuando los ingleses de Cumberland inva­den Lanzarote, se encuentran un templo sin ventanas y sin ninguna sepa­ración para el coro, y cuyos asientos eran unos poyos de piedra que corrían hasta el altar mayor (37). En efecto el propio marqués así lo recono­ce en su testamento, otorgado en 1598, pues en él señala que la capilla mayor aún no estaba terminada, por lo cual para su conclusión le deja de limosna 500 ducados, con la obligación de que acabada la capilla se depositen allí sus restos(38).

En 1618 fue de nuevo pasto de las llamas, por lo cual sufre dos re­construcciones, una inmediatamente y otra al final de la década de los se­tenta, para hacerla de mayores dimensiones, siguiendo los modelos de otras iglesias canarias quizá, pero «con mayor primor y grandeza» en pa­labras de Viera (39), dejando atrás a las parroquias de las islas (40), hasta tal punto que llama la atención del obispo Dávila y Cárdenas, cuando dice de ella

«Esta es la capital de la Ysla (Teguise), que tiene muy buena Iglesia, con su coro y sillería, la mejor que he visto en todas las parroquias de las islas»(41).

En efecto, después de 1618 comienzan las obras de nuevo sobre las paredes y el antiguo solar del templo, aun cuando los primeros documen­tos que hemos encontrado comienzan a partir de 1646. En la reconstruc­ción de la iglesia y a quien se debe la admiración que la misma desperta­ba era al capitán Luis Rodríguez Fleitas, que además ostentó los cargos de escribano, alcalde mayor, quintador, patrono de la capilla de la Con­cepción y síndico del convento de San Francisco. Para su reconstrucción se contaba con los bienes y limosnas que tenía la fábrica de la iglesia, con diez marcos de plata que había dejado Sancho de Herrera de limos­na, y de las aportaciones que el marqués y algunos vecinos se obligaron a hacer en cantería, piedra y cal (42). En 1643 siendo mayordomo de la parro­quial el capitán don Diego de Cabrera Betancor Ayala, notario del Santo Oficio, se le descargan en las cuentas que entrega 3.186 reales de costo de aderezar la iglesia, blanquearla, levantar las naves, pagar a los oficia­les y peones, y del valor de una campana que costó 650 reales(43).

En 1646, comienzan a solventarse algunas dudas y problemas surgi­dos sobre algunas capillas, en este caso la de la Concepción, fundada por Luis de Aday en el siglo XVI. Se solicita que quien pretendiese derecho sobre ella lo notificase. Se presenta el labrador Domingo Díaz, comprometiéndose como tal patrono a realizar todas las reformas necesarias y a dotarla con ciertos bienes (44).

Obras similares se iniciaron a la vez en otras capillas, pues en octubre de 1653 el mayordomo don Guillen de Betancor Velázquez Luzardo, pre­sentaba de descargo 50 ducados por el gasto que hizo en un arco de can­tería que se ejecutó en la capilla de San Miguel (45).

El dos de noviembre de 1653 se procedía al nombramiento del nuevo mayordomo de la fábrica, cargo que recaería en una persona vital para ace­lerar las obras y para iniciar la reedificación de un nuevo templo que sería admiración de propios y extraños; nos estamos refiriendo al capitán don Luis Rodríguez Fleitas, el cual juró como tal el 30 de diciembre del mismo año (46).

A partir de esta fecha las obras del templo principal de la Isla irían in crescendo, primero procurando arreglar los desperfectos más inmediatos y luego realizando el total de las obras de reforma. En 1654 se pagaron 23 reales a un oficial y un peón para que trastejara parte de la iglesia por lo mucho que se mojaba (47), y en 1655 se gastaban 1.050 reales en hacer un coro nuevo de madera de tea (48), y 112 en dos pilas de cantería azul, la­bradas en Gran Canaria, para poner en la iglesia (49).

Los problemas con las capillas ubicadas en la iglesia continuaban en 1655, por cuanto al haberse perdido los papeles no se sabían quiénes eran sus patronos, ni nadie las reclamaba para hermosearlas; por esa razón en aquel año y mediante un mandato se indica que en muchas ocasiones se habían puesto edictos para comprobar si la capilla de Santa Ana tenía dueño, más como nadie había comparecido se le da a la fábrica de Nuestra Señora de Guadalupe para que de su fábrica se aderece y se le haga un arco correspondiente al de la capilla de San Miguel, y se cubra de suerte que en ella se pueda decir misa(50). El mismo licenciado que hace la visita aquel año, don Esteban Narciso Linzaga, ordena asimismo que se haga una pila bautismal de cantería buena, de la mejor que había en Lanzarote, y manda que se traiga una hechura de bulto de San Pedro para ponerlo en el altar mayor de la iglesia (51). Esto, tal como había sido mandado se eje­cutó, ya que en 1657 se pagaban 432 reales por el costo de la hechura de San Pedro, que se trajo de Garachico, seguramente de alguno de los talle­res allí existentes (52).

En 1656 se comprueba que la iglesia ya se había rehabilitado en lo fundamental, pues además de lo anterior se habían hecho unos quicios de tea en la puerta norte de la iglesia, y una escalera para el campanario con dos vigas grandes de tea y dos soleras para escalones (53). No obstante el mayordomo contrata los servicios del oficial de cantero y albañilería Se­bastián de Armas para trastejar y reparar la iglesia. Los trabajos comen­zarían por el trastejo, pues al parecer el templo se mojaba cuando llovía, del cuerpo principal del templo y de sus naves. En la cubierta asentaría la teja con barro y cal, dejándola lista de modo que los canales estuviesen corrientes. En el interior y exterior encalaría todo lo que tuviera necesi­dad y lo enjalbegaría, a excepción de la capilla de la Concepción y de la del Rosario. Asimismo adecentaría la madera interior de la techumbre; así para disimular lo basto de la misma y lo ahumado de la capilla de San Miguel se aplicaría una tinta de almagre. Aplicaría también almagre con listas blancas a los arcos. Por último pondría quicialeras nuevas en la puerta y escalones, además de fabricar un poyo, pegado en redondo a las paredes de la iglesia (54).

En 1660, estas primeras obras de rehabilitación, que incluían incluso la revisión de los cimientos, debían estar concluidas, pues el oficial se da­ba por contento de la paga, obligándose en este punto a hacer una portada para la cara norte del templo(55). En efecto en este año se realizan una serie de pagos que tienen relación con estas últimas obras: se pagaron 6 reales por aderezar un quicio en la puerta principal, 154 por labrar la portada de cantería de la parte norte, 227 por una puerta de tea para la portada norte y 367,5 por 500 tejas y 150 ladrillos con los cuales se acabó de aderezar la iglesia (56).

Llegado a este punto, y a causa de sus ocupaciones, dolencias y traba­jo el capitán Rodríguez Fleitas presenta su renuncia al cargo de mayordo­mo, pero el obispo fray Juan de Toledo no se lo acepta, sino que le pide que por el bien de la fábrica continúe al frente de la misma (57).

Una vez adecentado lo principal, en 1665 comienzan las obras en las capillas, por parte de los patronos de las mismas, para ennoblecimiento del primer centro religioso de la Isla. Así los patronos de la capilla de Santa Ana y el mayordomo de la cofradía de las Ánimas, contratan al ofi­cial de cantería y pedrero Gaspar de Cubas, para que hiciera las dos capi­llas, puesto que una estaba descubierta, iniciándola desde los cimientos. Ambas tendrían arcos de cantería, que debían mirar al cuerpo de la igle­sia por la nave del baptisterio, a imitación o similares a los de la capilla del Rosario. Cada capilla tendría su claraboya de cantería rasgada, para que diese luz a las mismas (58). En la capilla de Santa Ana se colocaría un retablo que se había traído de España, por el cual pagó la fábrica 184 rea­les en 166 (59).

Se completaba esta restauración con la fábrica y restauración de la sa­cristía y de la casa de la madera, inmediata a la anterior, y con la coloca­ción de dos campanas que había fundido el maestro campanero Juan Pé­rez, fundidas en parte con la campana vieja que estaba antes en el tem­plo (60). En el libro de cuentas figura el pago de 1.972,5 reales que hicieron de costo dos campanas que se mandaron a hacer con todos los costos de oficiales y otros materiales (61). Por último se colocaba un pedazo de em­pedrado delante de la iglesia, en dirección a la plaza (62).

En el interior se reparaba el altar mayor, y se subía un poco más alto el nicho de la Virgen de Guadalupe, con la ayuda de limosnas de los ve­cinos (63).

En 1679 continúan ejecutándose obras en las capillas, tocándole ahora el turno a la de la Concepción, por estar maltratada y con peligro de caer­se, hasta tal punto que la imagen de la Virgen se había trasladado de lu­gar. El obispo Bartolomé García Ximénez estando de visita en la Isla aquel año, ante el estado tan calamitoso de la capilla despachó un auto por el cual mandaba a los patronos que la reedificasen. Aquellos se com­prometieron mediante escritura pública a que cuando se iniciaran las obras pendientes en la capilla mayor comenzarían las de dicha capilla, haciéndola de nuevo desde los cimientos con esquinas de cantería y arcos de lo mismo, además de cubrirla con madera de tea(64).

En ese año de la visita del obispo, a comienzos de enero, don Bartolo­mé García Ximénez, alababa la labor y dedicación del mayordomo al en­noblecimiento del templo parroquial, en estos términos

«… que por quanto es notorio el augmento que a tenido dicha fábrica el tiempo que en diferentes mayordomías a servido su ad­ministración el dicho capitán Luis Rodríguez Fleitas, su señoría ilustrisima, le dio muchas gracias, pues a su ruego la a servido es­ta última vez y de presente ratifica el nombramiento hecho en so bredicho, y buelve a rogar, que aunque su señoría ilustrisima falte no deje esta administración hasta morir, que Dios Nuestro señor y Madre Santísima de Guadalupe le pagaran su zelo y cuidado…»(65).

A la par, el obispo, un día después, en cinco de enero, reconoce que en su visita había visto el estado y mala disposición de la fábrica material del cuerpo de la iglesia, capilla mayor y colaterales, y la ruina que ame­nazaba la madera, por lo cual considerando el aumento de la hacienda y de las limosnas que donaban los vecinos, amonestados por un edicto que al efecto había publicado, y atendiendo al celo que había experimentado el capitán Rodríguez Fleitas, le da licencia y le manda que haga preven­ción de madera y se traiga a la Villa para

«… que en primer lugar se haga y fabrique la capilla mayor, cuyas paredes todas se hagan de nuevo con la fortaleza de cimien­tos y proporción necesaria, levantando dichas paredes a el punto de elevación proporcionada, con que están hechas las capillas ma­yores de las parroquias de Tenerife y que la techumbre del artesón se haga en quadros de alguna moldura artificiosa y hermosa de moderado costo en el gasto…»,

y lo mismo se debía hacer para la correspondencia de las capillas co­laterales de Nuestra Señora de la Concepción, que era de patronato espe­cial, tal como lo había mandado en su visita, y en la del Rosario se hicie­ra lo propio. De tal manera que dichas capillas colaterales, para mayor fortaleza y seguridad de la obra, y uniformidad en la hechura de los ar­cos, se debían hacer al mismo tiempo que la capilla mayor,

«… y después según se fueren continuando las limosnas se hará un campanario con su caracol cubierto…».

Indicaba el obispo que convenía concertar las obras de manufactura con los maestros de arquitectura y carpintería, pero que para ello manda­ba el sínodo que no podían hacerse sin la aprobación del prelado, por lo cual aunque le daba comisión al mayordomo para ejecutar los conciertos, le advertía su reserva para la aprobación y confirmación de los mismos (66).

La licencia del obispo no se hizo esperar, y en 27 de junio despachaba Je La Laguna la misma. Por ella le autorizaba para que pudiera hacer y reedificar la capilla mayor, las colaterales y las demás de toda la iglesia, ajustando con los maestros pertinentes las obras y precios que estimaran oportunos (67).

Aquel mismo año con la licencia en su haber, con la ayuda de los veci­nos, que aportaron las limosnas necesarias, el mayordomo hace venir de la isla de La Palma al maestro de cantería Julián Sánchez Carmona para ha­cer las reformas necesarias. El encargo lo hace el mayordomo de la fábri­ca el capitán Luis Rodríguez Fleitas. El cantero debía de hacer de cantería los pilares y arcos, por ser los que tenía de piedra y muy bastos, además de que no estaban derechos, como pedía un templo de las dimensiones del que se pretendía y requería la Isla. Para acometer todo esto se ayudaría el maestro de tres a cuatro oficiales que trabajarían a sus órdenes.

Las obras a ejecutar en general serían las siguientes: se labraría un ar­co para la capilla mayor y dos arcos para las colaterales, de donde arran­carían los arcos de las naves laterales, que correrían en dirección al cam­panario y al baptisterio. Arcos nuevos se harían igualmente en la capilla de San Miguel, Santa Ana y las Ánimas. La nave central se separaría de las laterales por ocho arcos en cada lado sobre pilares, demoliéndose para ello las paredes que fueran necesarias, así como los antiguos pilares y los cimientos. Se completaría el conjunto del templo con paredes de mam­puesto, rematadas por esquinas de cantería, además de una portada gran­de en el mismo material que sirviera de puerta principal (68). En 1681 ya la obra estaba concluida, por un costo de 23.000 reales en mano de obra, sin contar los materiales.

Para poner en marcha el plan seguido el mayordomo comienza a pro­veerse de capital y de los materiales necesarios para llevar adelante el ob­jetivo perseguido.

Vende por un lado la madera perteneciente a la iglesia que no era la adecuada para el propósito de la obra, y por el otro hace encargos a las diferentes islas de las partidas que necesita. De La Palma se trae madera en tablas lo mismo que de Tenerife, tanto de las partes de Abona, de La Orotava y de El Realejo, principalmente de pino, aunque también de viñátigo, lo mismo que de La Gomera. De las canteras de la Isla se obtienen los cantos de diferentes tipos, según las indicaciones del maestro, así se cortan piezas para esquinas y contraesquinas, bolsores, piezas para basas y pedestales, además de piedras mayores y piedras para el campanario, sin contar los pedazos de cantos y toscas para el relleno, y las piedras para cimientos que se traen de las que se cogen en las laderas del castillo. Del mismo modo se arman hornos en diferentes lugares para suministrar las hornadas de cal suficientes para la fábrica. En Tenerife se compran 3 barriles de clavos, dos con 20.000 clavos de forro y el otro con 10.800 clavos de sollar, y en puerto de Naos se compran a unos na­víos holandeses 8.000 ladrillos del norte para enladrillar la iglesia. Con estos materiales, y movilizando a un amplio número de personas entre pedreros, canteros, caleros, cabuqueros, carpinteros, carreteros, oficiales y peones dan comienzo las obras, colocándose la primera piedra que se asentó en la parroquia en los cimientos, la víspera de San Pedro de 1680, con acuerdo del mayordomo y el vicario, acto en el que se colocaron 50 reales, sobre dicha piedra.

En aquel mismo año se disponía a tejar la obra, y así se mandó a fa­bricar para ello 25.000 tejas, que haría el oficial de tejero Manuel Díaz, en un horno levantado en la propia Villa (69). Concluida la obra de la igle­sia, con una ampliación considerable respecto a la anterior, pues se pasa­ba de una planta de una nave a otra de tres, los patronos de la capilla de la Concepción, que era una de las capillas colaterales de la parte del Evangelio, y de acuerdo con el compromiso adquirido anteriormente, du­rante la visita del obispo García Ximénez, por el cual se comprometían a que cuando se reedificase la iglesia parroquial harían las obras necesarias en dicha capilla, se obligan a pagar los costos que se habían ocasionado en su construcción a la fábrica de la iglesia, y a sustentarla de los reparos y cosas necesarias para que se mantuviese en buen estado, poniendo ade­más los aderezos y objetos litúrgicos, y la imagen de la Virgen, sus alha­jas, andas, lámparas y frontales. Del mismo modo se comprometían a ce­lebrar su festividad con todo el rigor y esplendor acostumbrado. En este momento, al tener la capilla dos patronos, se reparten las diez y seis se­pulturas que tenía y los bancos, en donde se habían de sentar los familia­res de ambos titulares en los actos religiosos, señalándose en la escritura que sólo se habían de enterrar en las tumbas las personas del linaje de ambos patronos(70).

Terminada la obra de albañilería, cantería y tejado, se contrata la de carpintería al maestro Sebastián Álvarez por valor de 14.100 reales. Se realizó una armadura al modo mudéjar, en las naves y capillas, en espe­cial en la mayor donde se pondrían sus florones de madera, al igual que en las laterales; el maestro se comprometía además a hacer y labrar las sillas del coro, la tribuna del órgano y la puerta principal, que sería obra de admiración de propios y extraños (71).

En 1681 don Bartolomé García Ximénez, da facultad al beneficiado don Diego de Laguna para que bendiga la iglesia según disponía el ritual romano, cosa que hace aquél el día 24 de marzo de 1681, indicando que ese sería el día con el que perpetuamente se recordaría como aquel en el cual la iglesia «se reedificó con tanta brevedad de tiempo, que se a teni­do por cosa milagrosa», pues la misma se comenzó el 12 de junio y se concluyó en lo principal el 24 de marzo del año siguiente, a pesar de que se pensaba que aquella obra iba a durar muchos años(72).

Así se concluía, a fines del siglo XVII, una de las iglesias principales del archipiélago canario, construida con mayor grandeza que todas las an­teriores, puesto que las nuevas proporciones no eran las habituales en Ca­narias, ya que el objetivo del mayordomo era construir un templo con ma­yor categoría, de ahí el despego que se le da a la nave mayor, y aún a las laterales del Evangelio y Epístola; igualmente la torre del campanario, que constaba de cuatro plantas, las tres primeras de forma cuadrada y la última poligonal(73). Sin embargo, de aquella magnífica obra pocos restos quedan, pues un incendio en 1909 acabó con ella, conservándose tan sólo las pare­des del contorno de la planta de la iglesia, los primeros cuerpos de la torre y la portada labrada y asentada por Julián Sánchez Carmona.

Habiendo cumplido satisfactoriamente con su cometido, realizar un templo con toda la fortaleza necesaria y cubierto primorosamente de tea, el mayordomo Luis Rodríguez Fleitas, en 1682 presenta las cuentas de la fábrica, suplicando se le den por presentadas. Según las cuentas el costo de la iglesia ascendió a 67.168 reales. De éstos la capilla de la Concep­ción tuvo un costo de 5.565 reales, la del Rosario 4.043 reales, la de San Miguel y San Agustín 2.057,5 reales, la de las Ánimas 2.529 reales y 36 maravedís y la de Santa Ana 2.549 reales y 36 maravedís. Todo ello fue sufragado con la hacienda de la iglesia, limosnas, aportaciones de los pa­tronos de las capillas, y dinero procedente de los diezmos correspondien­tes al obispo y cabildo eclesiástico (74).

Una vez que se le toman las cuentas, con los cargos y descargos que son admitidos por el obispo, Luis Rodríguez Fleitas, después de hacer un balance de su gestión, entre los cuales se hallaba haber administrado los bienes de la iglesia alrededor de 26 años, suplica al prelado la renuncia a tal cargo

«…por hallarse de edad de sesenta y ocho años, y con diferen­tes achaques como son supresión de orina, quebrado por la verija siniestra y en costado diestro un dolor de siútica»,

para que le sea admitida y en su lugar se nombre otra persona. El obispo, agradeciéndole sus valiosos servicios, comprende la situación, por lo cual le admite la renuncia y nombra como nuevo mayordomo a don Diego de Laguna Ayala, beneficiado y vicario de Lanzarote (75), además de comisa­rio de Santo Oficio y juez del Santo Tribunal de Cruzada, entre otros car­gos de menor rango. Si importante fue la labor del anterior mayordomo, no fue menor la de su sucesor, pues en el campo cultural y artístico no cejó en pro de darle magnificencia y ornato al nuevo templo, además de otras dotaciones religiosas que realizó en la isla de Lanzarote (76). Se mantu­vo al frente del cargo unos 25 años, desde 1684 hasta 1708, fecha en que renuncia por la edad, 60 años, y por tener achaques. Presentó en dicho año las últimas cuentas y el obispo le acepta la renuncia en 30 de abril de 1709 (77), marchando de allí a Tenerife, donde falleció en 1711.

Fue obra del nuevo mayordomo levantar un pedazo del cañón de la iglesia, que acrecentó para hacer el coro y el baptisterio, que se ejecutó entre 1684 y 1695. Se encargó de esta obra en lo principal el ayudante Nicolás Francisco, y colaboraron con él Francisco de Ymón, oficial de pedrero, Antonio Pean, herrero, junto con los oficiales y peones necesa­rios, tanto para traer la piedra, como para labrar la cantería, fabricar la cal, traer rofo, y hacer teja. La madera se importó de Tenerife y La Pal­ma. Con la misma no sólo cubrió esta parte de la iglesia sino que ejecutó las sillas del coro y facistol, consiguiendo por ello un pago adicional «en agradecimiento por la brevedad con que lo hizo y haber quedado tan a gusto y bien hecho». Igualmente terminó la sacristía, una sala y aposento, teniendo al frente esta obra a Nicolás Francisco Bello, ayudado por Se­bastián Padrón y Domingo Dear (78).

El costo de esta segunda obra costó por un lado 17.629 reales, en lo concerniente al pedazo de cañón de la iglesia, y 13.250 reales el de la sa­cristía, sala y aposentos. El mayor gasto se hizo en acarrear piedras, la­brar piezas de cantería, en cal, rofo, madera y pago a los oficiales, así a Francisco de Ymón, oficial de pedrero, se le pagaron 3.061 reales por ha­cer la obra de paredes, y al ayudante Nicolás Francisco 1.100 por desbaratar el pedazo de cañón de la iglesia, 1.650 por hacer la reja del coro y la puerta que sale al campanario, 5.500 por cubrir la sacristía, sala y apo­sento y 2.989 por las sillas del coro y facistol (79).

Sin embargo, en 1695, aún quedaban algunas cosas por concluir, pues en la visita que hace a la iglesia el obispo don Bernardo Vicuña y Suazo, observa que faltaban algunos reparos, por lo cual manda que cuanto antes se cubra el baptisterio, conforme al resto de la obra, y que el arco sea lo mayor posible, en correspondencia a la obra del coro y sacristía (80).

Terminada la obra principal de la Isla, el nuevo mayordomo en 1689 procura adecentar el interior con nuevos y mejores retablos, uno para la capilla mayor y otro para la capilla del Rosario. Su artífice fue el ayudan­te Nicolás Francisco Bello, vecino de Icod de los Vinos, en Tenerife, del cual ya hemos dado cuenta como artífice en las obras de mejora de la iglesia. El mismo fue contratado por el mayordomo de fábrica de la igle­sia parroquial. De dicho personaje poco sabemos, además de las noticias que ya hemos mencionado sobre su implicación en las nuevas obras que se ejecutaron en la iglesia; es posible que perteneciera a una familia de artistas del noroeste de Tenerife, pues hay constancia de la labor de un Manuel Francisco Bello, nacido en Garachico en 1676, que trabajó en el convento de San Francisco de Santa Cruz de Tenerife (81).

Mientras la iglesia mantenía un estilo tardorenacentista acompañado de estructuras mudéjares, hechas con gran vistosidad y perfectamente la­bradas, los retablos respiran ya el aire del barroco. El retablo de la capilla principal, en el altar mayor, labrado en madera de laurisilva, importada de La Gomera, ocuparía todo el testero de la misma, y estaría formado por dos cuerpos y tres calles; en ambos cuerpos las columnas serían salo­mónicas, muy al gusto de la época, ya que la aparición de dicha columna en nuestro archipiélago data de fechas posteriores a 1665(82). En el primer cuerpo, en la calle central se ubicaría un nicho para Nuestra Señora de Guadalupe, patrona de la parroquia, con una concha, trono y algunos án­geles. A los dos lados, dos nichos para San Pedro y San Marcial, patrono de la Isla. Asimismo llevaría un sagrario, con alguna invención, similar al del Cristo de La Laguna y al de la iglesia de Candelaria, ambos de Tene­rife, obra esta última de los maestros Juan González Castro Illada y An­tonio Estévez(83). En el segundo cuerpo iría otro nicho, para colocar la imagen de Cristo, y en los lados paineles para cuadros; todo coronado con un ático (84). El autor de tres de los cuadros de este retablo fue Cristó­bal Hernández de Quintana, uno de la Santísima Trinidad, otro de San Cristóbal y el tercero de San Sebastián(85).

El de Nuestra Señora del Rosario fue ejecutado por el mismo artista, por encargo de José Pires, mayordomo de la cofradía del mismo nombre ubicada en aquella capilla, que se sufragaría con las limosnas de la her­mandad y de los vecinos. El retablo ocuparía todo el testero de la capilla y constaría de dos cuerpos con su remate y tres calles. En el primer cuer­po irían tres nichos, a imitación de los retablos tinerfeños, dedicados a la Virgen del Rosario, con una concha o venera en la parte superior, y los laterales con las imágenes de Cristo y de San Pedro, paso de procesión que se sacaba el Martes Santo. El segundo cuerpo llevaría tres paineles para cuadros y finalmente el remate (86).

El dorador del retablo de la capilla mayor fue Cristóbal de Quintana, vecino de La Laguna, pintor importante en su época, a quien contrató el mayordomo para dorar el retablo (87).

Terminado esto, en 1695 el mayordomo informó al obispo, de la nece­sidad de un órgano para la mayor y mejor celebridad de los oficios divi­nos, y la gestión que había hecho para traerlo de España. El obispo ve con buen grado la adquisición, y le manda que busque un organista, cuyo sueldo, de 300 reales y un cahíz de trigo anual, se pagaría a cuenta de la fábrica (88).

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34.-  SERRA RÁFOLS, E. Y A. CIORANESCU: Le Canarien. Crónicas francesas de la conquista de Canarias, II, La Laguna-Las Palmas, 1960, pp. 321-322.
35.-  BETANCOURT, L.: Del templo parroquial de Teguise, «Revista de Historia», n» 12, La Laguna, 1926, p. 112; BONNET, B.: Notas sobre algunos templos e imágenes sagradas de Lanzarote y Fuerteventura, «Revista de Historia», ne 59, La Laguna, 1942, p. 183.
36.- FRAGA GONZÁLEZ, M.C.: Op. cit., p. 135.
37.-  VIERA Y CLAVIJO, J.: Op. cit., T. II, pp. 692-693.
38.-  LOBO CABRERA, M. y F. BRUQUETAS DE CASTRO: Op. cit., p. 152.
39.-  VIERA Y CLAVIJO, J. de: Op. cit, T.I, p. 693.
40.-  TARQUIS, P.: Art. cit., p. 560.
41.-  DÁVILA Y CÁRDENAS, P.M.: Constituciones y nuevas adiciones synodales del Obispado de las Canarias…(1735), Madrid, 1737, p. 504.
42.-  Archivo Museo Canario, Libro de cuentas de fábrica de la iglesia de Teguise 1629-1744, Legado J.M. Alzóla, caja 14, fs. 8 v. y ss. .
43.- ídem, f. 46 r. .
44.- Documento nQ 9.
45.-  A.M.C., Libro de cuentas de fábrica…, f. 97 v. .
46.-  A.M.C., Libro de cuentas de fábrica…, f. 102 r. .
47.-  ídem, i. 107 r. .
48.-  Ídem. i. 115 r. .
49.-  Idem.f. 116v. .
50.-  IdemJ. 119 r. .
51.-  IdemJ. 119 v..
52.-  IdemJ. 135 v..
53.-  El oficial que hizo los quicios fue Matías Núñez y el que realizó la escalera era Salvador Juan: A.M.C., Libro de cuentas de fabrica…, fs. 132 r. y 134 r. .
54.-  Documento n2 15. El costo de esta obra fue 4.533,5 reales de plata que se gastaron de la siguiente forma: 3.000 que se pagó al maestro de la obra, y 1.533,5 en cal, rofo, tejas, pinceles y sogas para el andamio y rodenas, además de 314 que se gastaron en 71 tablas de pino y tea, y en 1.000 clavos de sollar: A.M.C., Libro de cuentas de fábrica…, fs. 137 v. y 138 r. .
55.-  Documento ns 24.
56.-  A.M.C., Libro de cuentas de fábrica…, El quicio de la puerta lo hizo Cristóbal Hernández, y la puerta la ejecutó Salvador Juan con 6 tijeras de tea, 6 tablas de sollado, 87 clavos de cabeza, un cerrojo con su llave, 5 bisagras, una aldaba y un picaporte.
57.-  A.M.C., Libro de cuentas de fábrica…, f. 152 r. .
58.-  Documento ns 27.
59.-  A.M.C., Libro de cuentas de fábrica…, f. 167 r. .
60.-  Documento n9 29.
61.- A.M.C., Libro de cuentas de fábrica…, s.f..
62.-  ídem, s.f. .
63.- ídem, s.f. Se gastaron en ello 20 reales, pues además de subir el nicho se compraron dos varas de tafetán de colgadura, y se retocaba la imagen de la Virgen de nuevo.
64.-  Documento na 40.
65.-  A.M.C., Libro de cuentas de fábrica…, s.f. Teguise, 4 de enero de 1679.
66.-  A.M.C., Libro de cuentas de fábrica…, s.f. Teguise, 5 de enero de 1679.
67.-  ídem, s.f. Consideramos que por error el obispo en la licencia denomina a la iglesia bajo la advocación de Nuestra Señora de la Concepción de la isla de Lanzarote.
68.-  Documento nº 43.
69.- Documento nº 45.
70.-  Documento nº 47.
71.- Documento nº 49
72.- A.M.C., Libro de cuentas de fábrica…,La Laguna, 10 de enero de 1681 y Teguise, 30 dde marzo de 1681, s.f. .
73.-  FRAGA GONZÁLEZ, M.: Op. cit., pp. 135-136; TARQUIS, P.: Art. cit., pp. 560-561.
74.-  A.M.C., Libro de cuentas de fábrica…, Costo de la reedificación de la iglesia parroquial, s.f. .
75.-  ídem, s.f. 1 de febrero de 1684.
76.-  CONCEPCIÓN RODRÍGUEZ, J.: El beneficiado don Diego Laguna: su importancia para el legado cultural y artístico en Canarias, «IV Jornadas de Estudios sobre Lanzarote y Fuerteventura», Arrecife, 1995, T. II, pp. 623-635.
77.- A.M.C., Libro de cuentas de fábrica…, s.f. .
78.-  ídem, Cuentas de 1684-1695, s.f.
79.- ídem, s.f. Las sillas del coro y facistol se concertaron en 8.000 reales, de los cuales una parte se pagaron al cabildo eclesiástico por deuda que el oficial tenía con el cabildo. ídem, Teguise, 20 de septiembre de 1695, s.f..
80.-RODRÍGUEZ GONZÁLEZ, M.: Panorama artístico de Tenerife en el siglo XVIII: Santa Cruz de Tenerife a través de las escribanías, S/C. de Tenerife, 1983, p. 35.
81.-TRUJILLO RODRÍGUEZ, A.: El retablo barroco en Canarias, S/C. de Tenerife, 1977, T.I, p. 102.
82.- Idem,pp. 117-118.
83.- Documento n» 60.
84.- A.M.C., Libro de Cuentas de fábrica…, Cuentas de 31 de julio de 1695 hasta diciembre de 1708, s.f. Citado también por GÓMEZ-PAMO GUERRA DEL RÍO, J.R.: Aspectos artísticos de la iglesia parroquial de Nuestra Señora de Guadalupe en Teguise en el tránsito del siglo XVII al XVIII, «V Jornadas de Estudios sobre Fuerteventura y Lanzarote», Puerto del Rosario, 1993, T. I, pp. 353-357.
85.- Documento n» 61.
86.- CONCEPCIÓN RODRÍGUEZ, J.: Art. cit., p. 630.
87.- A.M.C., Libro de cuentas de fábrica…, s.f. .
 

 

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