Fuente: Lanzarote y su patrimonio artístico
Por Juan Sebastián López García
La ubicación y estructura de los conventos dependía de las aportaciones económicas y Lanzarote sólo contó con dos conventos, con la particularidad de pertenecer ambos a órdenes masculinas, ya que en la isla no se realizó ninguna fundación de monacato femenino. Los dos conventos se levantaron en la propia Villa, de ahí que los podamos considerar urbanos, aunque se ubiquen justo en bordes del perímetro de la población. El más antiguo de ellos es el perteneciente a los franciscanos, primera orden que llegó a Canarias y la única que tuvo presencia en todo el archipiélago.
Tras algunas vicisitudes en lo relativo a su emplazamiento, terminó por levantarse en la capital, bajo la advocación de la Madre de Dios de Miraflores en 1588. Pasaría un largo tiempo hasta que en 1726 se consolida la segunda fundación, correspondiéndose a la orden de Santo Domingo, cuyo convento recibió el nombre de San Juan de Dios y San Francisco de Paula, al resultar de la unión de mandas anteriores que incluía a la orden hospitalaria. Este convento fue el último que se fundó en Canarias durante el Antiguo Régimen y para su creación dejó sus casas el capitán Gaspar Rodríguez de Carrasco.
Por el número de conventos, Lanzarote está lejos de la nómina de los que se construyeron en las islas de realengo, pero muy ajustada a las de señorío, ya que en La Gomera existieron dos y en Fuerteventura y El Hierro sólo uno. Teguise será la localidad con mayor número de cenobios entre las pertenecientes a las islas de señorío y de sus conventos sólo se conservan los templos, ante la transformación que han experimentado la parte destinada a las casas conventuales, ocupada actualmente en el caso del dominico por las casas consistoriales del municipio teguiseño. Como sucede en el resto de Canarias, las iglesias monásticas masculinas tienen una mayoría de aspectos comunes con las parroquiales, aunque difieran de las mismas en algunas de sus partes, como es el coro alto, ubicado a los pies del templo y con una apreciable amplitud, tal como existe en la iglesia franciscana.
Las dos iglesias conventuales son amplias, entre las más espaciosas de la isla. La de San Francisco es de dos naves aunque la del lado de la epístola está constituida de capillas intercomunicadas, solución que se aprecia en otros templos canarios y que da como resultado el aspecto general de dos naves; del lado del evangelio posee además dos capillas comunicadas. Presenta algunos pilares poligonales, solución que se relaciona con las formas de los soportes más antiguos de Canarias. Por su parte la de Santo Domingo es de dos naves, siendo más corta la lateral del evangelio; del lado de la epístola quedó inconclusa una capilla. Lo tardío de la construcción de la iglesia conventual permitió que en ella apareciera alguna novedad dentro del continuismo general de la planta y soluciones formales, como es el camarín. Este espacio aparece en Canarias durante el barroco, dedicado a imágenes marianas de gran devoción (de ese siglo es también el de la Virgen del Pino, en Teror, Gran Canaria). Entre los ejemplos dominicos se sabe que existió otro del último tercio del siglo XVII dedicado también a la Virgen del Rosario en la iglesia de San Pedro González Telmo, perteneciente al desaparecido templo de la orden en el Puerto de la Cruz (Tenerife). El camarín es la parte más original de esta iglesia y responde a las características esenciales de estos recintos: un espacio rectangular a la altura del hueco principal del retablo mayor, a través del cual se puede ver desde las naves la imagen de la Virgen que allí se venera. Está decorado con estucos y pinturas y ya se había realizado en 1798, obra de Bernardo Cabrera. Se accede por escalera desde la sacristía que tiene una puerta directa hacia la capilla mayor. Debajo del camarín estaba el osario. Por lo demás, las cubiertas de los templos son de madera, con limas mohamares y bordón en los laterales de San Francisco, destacando particularmente la armadura de la capilla colateral del evangelio de la Santo Domingo que es ochavada de lima mohamar y con rica decoración de lacerías.