Arquitectura militar (II)

Fuente: Lanzarote y su patrimonio artístico
Por Juan Sebastián López Garcíacastillo-2

Frente a la mayoritaria ubicación de los sistemas defensivos canarios en las costas, la arquitectura militar presenta en Lanzarote la particularidad de contar con una fortaleza en el interior de la isla. A esta circunstancia hay que unir la del aprovechamiento de la Montaña de Guanapay como atalaya de soporte. En Lanzarote las fortificaciones más antiguas se corresponden con la defensa particular de la capital, Teguise, y su puerto de Arrecife, donde se levantaron los castillos de Santa Bárbara de Guanapay y de San Gabriel, respectivamente.

Una segunda operación realizada durante el siglo XVIII refuerza el puerto de Arrecife con el Castillo de San José y levanta una torre en el sur, cercana al antiguo Rubicón, conocida como Torre del Águila o de las Coloradas. Sus tipos son distintos, predominando las plantas romboides de las primeras, según las trazas renacentistas, mientras en las dieciochescas están presentes las plantas semicircular (San José) y circular (Las Coloradas).
El castillo de Guanapay es el más antiguo de la isla y posee especial importancia para la defensa de la antigua capital, que tenía en él uno de sus rasgos particulares. En sus orígenes fue iniciativa de Sancho de Herrera, en la primera mitad del siglo XVI, aunque fue ampliado en esa misma centuria por Agustín de Herrera. Cuando Leonardo Torriani estuvo en Canarias con la misión de mejorar el sistema defensivo de las islas, también tuvo en consideración al castillo teguiseño, otorgándole una mayor capacidad y operatividad militar. En su evolución, la primitiva torre fue rodeada por una muralla en forma de rombo, que el ingeniero cremonés completó con otros baluartes. En un documento de 1576, en la escritura de fundación de mayorazgo por don Agustín de Herrera y Rojas, se detallan las piezas que contenía en ese momento: «castillo y casa fuerte de Buenapay, diecinueve o veinte piezas de artillería, las doce de hierro y las ocho de bronce, con dos piezas de batir gruesas, todo ello encabalgado, y quince quintales de plomo y cuarenta picas y dos barriles de abrojos». El castillo de Santa Bárbara acoge el Museo del Emigrante.

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