Fuente: Orígenes y desarrollo de la sanidad en Lanzarote hasta finales del siglo XIX.
Autora: María Luz Fika Hernando
(…) En Teguise, primera capital de la isla, se instauró el primer hospital en 1774, pero sus condiciones y duración no fueron suficientes para paliar las deficiencias sanitarias de la Isla, convirtiéndose en 1794 en Casa de Expósitos(187).
En el hospital no se admitían enfermos héticos (tuberculosos) o con “otras enfermedades incurables”. Las dolencias que más se trataban eran las venéreas188, no obstante, se pensaba que una de las patologías dominantes en la isla –tuberculosis pulmonar- era atribuida al venéreo o humor gálico, una veces adquirido y otras, con más frecuencia, heredado, aunque la enfermedad más asidua era la elefancia(189), cuya existencia achacaban a la mala alimentación: harina de grano picado, pescado salado y rancio y pardelas en el mismo estado(190).
El hospital contaba con cuatro camas, ingresando entre 1801 y 1805 21 enfermos, lo que habla más de su ineficacia que de una etapa saludable para la población a pesar de que no se registra más que una muerte en todo el quinquenio En el apartado de los expósitos encontramos que a 89 entradas le corresponden 86 defunciones, prácticamente el 100% de los niños expósitos morían (191).
Esta institución, encuadra más con las que se dedican al fomento de la asistencia y cuidado del enfermo, que a la curación, atendiendo a la raíz etimológica de la palabra “hospedería o asilo”.
A principios del siglo XIX Teguise contaba con un médico, don Pedro Suárez(192), y seis barberos sangradores. Tinajo, Haría y el Puerto del Arrecife, con un barbero sangrador en cada pueblo. Don Pedro Suárez fue médico de Teguise hasta que se trasladó a vivir a Arrecife.
La isla era atendida por un número insuficiente de médicos, supliendo la asistencia a través de los sangradores y curanderos/as. De igual forma, la asistencia en los partos, la realizaban las comadronas.
En esta época, los conocimientos impartidos en las universidades no eran suficientemente efectivos y la farmacopea no tenía demasiada amplitud(193). La preparación científica de los universitarios médicos no los acreditaba en la práctica, más que a los sangradores, curanderos, aficionados y sin título: por lo que la demanda privada de asistencia sanitaria recurría a estos últimos tanto como a los primeros.
Al principiar la segunda mitad del siglo XVIII, Arrecife es apenas un lugar adscrito a la parroquia de la villa capitalina. En la Teguise de los conventos y del palacio de los primeros marqueses tenían su residencia la mayor parte de las clases privilegiadas y el Cabildo. Las demoledoras incursiones berberiscas habían exigido por fin, como consideró Torriani, fortalecer las defensas de la capital con la construcción o mejora de aquellos baluartes protectores que debían servir para repeler los frecuentes ataques piráticos(194).
En el Compendio anónimo de 1776 leemos que Arrecife, antes un lugar muyreduzido y como de quinze o veinte vecinos, conoció un rápido crecimiento hasta superar los 300 habitantes(195), estimándose que de 1776 a 1802 se cuadriplicó su población(196).(…)
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