Fuente: arquitectura y paisaje.
La arquitectura tradicional en el medio rural de Canarias Tomo III
La mayor parte de la población lanzaroteña se ha dedicado tradicionalmente a las labores agrícolas y ganaderas. Sin embargo, hay una serie de pequeños núcleos costeros que han vivido de la pesca y de la industria de la sal.
Las islas de Fuerteventura y Lanzarote, con sus islotes, emergen en el océano Atlántico desde una plataforma común rodeada de grandes profundidades, tanto entre las otras islas del archipiélago como entre ella y la plataforma africana. La corriente fría que discurre de norte a sur garantiza la estabilidad térmica y de salinidad de sus aguas, por lo que las condiciones para la pesca son muy favorables. La pesca tradicional se ha desarrollado en la costa y ha tenido una explotación familiar. En algunos casos, algunas empresas han intentado extraer beneficio de la pesca, como fue el caso de las Pesquerías Canario-Africanas en La Graciosa.
A lo largo de la costa se asientan pequeñas poblaciones con características formales similares: la Caleta de Famara, Tenesa, El Golfo, Orzola, Punta Mujeres, Arrieta, Las Caletas, el Charco de San Ginés en Arrecife, La Tiñosa -el actual Puerto del Carmen-, Playa Quemada o Playa Blanca. Estos pequeños núcleos carecen de organización urbanística; no obstante, su anárquico tejido es consecuencia de su crecimiento como una mera agrupación de pequeñas casas de pescadores, que se sitúan cerca de las radas que se abren en la accidentada costa lanzaroteña.
Estas viviendas mínimas presentan algunas características que las diferencian de las casas de los agricultores del interior. En primer lugar, la vida -y la casa- no se organiza en torno al patio: aquí es prácticamente inexistente. Las tareas asociadas a la pesca, como la reparación de las redes y las artes de la pesca, así como de las velas, el jareado del pescado, la limpieza de vísceras y el secado al sol, requieren amplios espacios llanos delante de las casas. Las construcciones auxiliares, como almacenes, secaderos o tinglados, tienen tanta importancia como la vivienda, y muchos de ellos tienen entrada directamente desde el mar, para facilitar el resguardo de las embarcaciones de pesca.
La Graciosa es el único islote habitado del archipiélago Chinijo. Los acontecimientos históricos y sociales gracioseros han estado ligados a los de la isla mayor. Tradicionalmente, desde que en 1485 Agustín de Herrera y Rojas cediese el islote a la población lanzaroteña, su territorio ha sido empleado para la explotación de pastos, la recolección, la caza y la pesca. En 1880 se funda la sociedad Pesquerías Canario-Africanas, que establece sus operaciones en La Graciosa. En seguida, un grupo de lanzaroteños procedentes de Arrieta se instala en un improvisado y espontáneo núcleo en la Caleta de Sebo. El fracaso de la empresa fue inmediato y se procedió a la liquidación de los materiales entre los trabajadores, que permanecieron en su nuevo asentamiento dedicándose a las tareas de la pesca de litoral. La segunda población de la isla, Pedro Barba, se establece también en ese momento. Durante la década de 1940 se procede a equipar la población de Caleta de Sebo con el muelle, una iglesia, cementerio, escuela y casa de maestros, depósito de agua y tres aljibes (y uno más en Pedro Barba).
La provisionalidad de las primeras construcciones aún se per¬ibe en la arquitectura graciosera, aunque bebe de la lanzaroteña en muchas de las características formales y constructivas de las construcciones de las poblaciones pesqueras.
Los condicionantes naturales son los mismos que los de Lanza-rote, pero más extremos. Aquí la sequía es más intensa y no hay fuentes naturales de agua. Las mujeres gracioseras han cruzado.
El Río, brazo de mar que separa las dos islas, para vender sus productos en Lanzarote y recoger agua de las fuentes de Gusa del Risco de Famara, además de aprovechar las salinas de El Río. Por otra parte, los vientos alisios cruzan con velocidad la superficie del islote trasladando el jable desde la costa norte hasta la sur. Sin embargo, cuando choca con el Risco de Famara se producen corrientes en distintas direcciones, lo que tiene su consecuencia en la forma y orientación de la arquitectura y en el tamaño de los huecos.
La trama urbana, casi inexistente, de Caleta de Sebo, se define a través de amplias calles sin pavimentar paralelas a la costa y con calles transversales de corto recorrido para evitar el encajo-namiento de los vientos. Debido a su propio origen efímero y precario, no hay un centro urbano definido; sólo cuando se ha construido la iglesia y a su alrededor han ido apareciendo edificios dedicados al comercio y a la reunión social, se ha definido cierta centralidad más social que urbanística.
En los primeros asentamientos de La Graciosa no hay viviendas de más de una planta: son todas terreras y de extrema humildad, tanto a nivel formal como constructivo, y presentan una planta sensiblemente cuadrangular o rectangular, aunque también hay ca¬sas con planta en L en torno a un pequeño patio. Los muros se componen con el material encontrado in situ, como cantos rodados de la costa colocados como mampuestos con mortero de barro y cal —que en muchos casos, por la falta de revestimiento o su caída, se ha perdido dando la sensación de que se aparejan en seco— y bloques de jable. El jable cortado en bloques se emplea en las aristas verticales de la construcción: las esquinas y las jambas. En algunas edificaciones auxiliares como tinglados o depósitos para guardar las artes de pesca se han utilizado tablas y cuadernas sobrantes de la carena de alguna nave. Para solucionar la estructura horizontal se emplean vigas de madera, sobre las que se tiende una torta de barro y cal que define la cubierta. Los dinteles se suelen solucionar con un simple cargadero de madera que en ocasiones puede ser una cuaderna o pieza reutilizada de los restos de alguna embarcación. Los huecos practicados en las fachadas son funcionales y ca¬recen de la dimensión social que caracteriza a los de la isla mayor. Las ventanas son pequeñas y de perfil cuadrangular. No participan del desarrollo de las carpinterías lanzaroteñas -y canarias en general-, en las que la comunicación social ha determinado algunas de sus formas y de sus elementos funcionales. Además, las condiciones climáticas son algo más extremas que en la isla vecina. Tanto Caleta de Sebo como Pedro Barba están más expuestas a los vientos al carecer de barreras naturales. Las corrientes que rebotan en la barrera que supone el Risco de Famara y que forman remolinos y fuertes ráfagas no permiten la apertura de grandes ventanas tampoco al mediodía. Otro motivo por el que las carpinterías costeras no alcanzan el desarrollo de las del interior es la salinidad del aire, que como agente huecos practicados en las fachadas son funcionales y carecen de la dimensión social que caracteriza a los de la isla mayor. Las ventanas son pequeñas y de perfil cuadrangular. No participan del desarrollo de las carpinterías lanzaroteñas -y canarias en general-, en las que la comunicación social ha deter¬minado algunas de sus formas y de sus elementos funcionales. Además, las condiciones climáticas son algo más extremas que en la isla vecina. Tanto Caleta de Sebo como Pedro Barba están más expuestas a los vientos al carecer de barreras naturales. Las corrientes que rebotan en la barrera que supone el Risco de Famara y que forman remolinos y fuertes ráfagas no permiten la apertura de grandes ventanas tampoco al mediodía. Otro motivo por el que las carpinterías costeras no alcanzan el desarrollo de las del interior es la salinidad del aire, que como agente patológico afecta de una manera muy violenta a la madera. Al mismo tiempo, la tradición constructiva apenas tiene algo más de cien años y el grupo social que habita estas dos únicas poblaciones es muy humilde, por lo que el desarrollo que han tenido las carpinterías lanzaroteñas no ha llegado -ni llegará- al grado de fino trabajo ni a la distinción social por la carestía de material que las caracteriza.
El asentamiento graciosero es reciente, de condición muy humilde, y el peso cultural y social de Lanzarote es muy fuerte. Por estos motivos, la arquitectura de La Graciosa no ha tenido suficiente tiempo ni se han dado las condiciones necesarias para crear una tradición constructiva propia. No obstante, el desarrollo de esta incipiente tradición se ha visto contaminado por la irrupción de los nuevos materiales y técnicas constructivas, empleados por necesidad y sin control estético, mientras que la intencionalidad folclorista de la arquitectura turística y vacacional la ha despojado de la ingenuidad característica de la arquitectura popular.