Fuente: Hambruna, epidemias y sanidad en Lanzarote
Por Francisco Hernández Delgado
Mª Dolores Rodríguez Armas
A hablar de este Hospital de Lanzarote, hay que destacar primero la figura de Gaspar Rodríguez Carrasco, quien desde la Villa de Teguise se preocupó de que Lanzarote tuviera un hospital. Su idea era construirlo en unas casas que había comprado en una de las plazas principales de Teguise.
Esta idea la ofreció a la Orden de San Juan de Dios de Sevilla que no la aceptó, porque decían que era imposible mantener la institución a tanta distancia de su sede en la Península. Poco tiempo después llegaron a Lanzarote unos religiosos de la Orden de Santo Domingo, a quienes les cedió las casas para que fundaran el convento de Santo Domingo, pero con la condición de que se llamara de San Juan de Dios.
El 3 de julio de 1709, hizo testamento Gaspar Rodríguez en La Orotava, ante el escribano Francisco Núñez. Los do-minicos otorgaron testamento de su fundación, en la Villa de Teguise, ante el escribano Juan Bueno Hernández.
Estas notas sobre Beneficencia en Teguise y noticias sobre el Hospital las localizó Tomás Feo y Bethencourt al realizar un inventario de los documentos municipales, así lo hace constar en la Junta celebrada el 10 de julio de 1836:
«Del inventario de los papeles de su archivo, halló que el cuaderno número 39 de varios títulos y asientos pertenecientes al año 1658 al de 1713, se halla al folio 78 vuelto al 90 de dicho cuaderno por testimonio autorizado, una petición dada al Ayuntamiento en noviembre de 1698, manifestando haberle dado su Divina Majestad razonables medios y animo de fabricar templo y casa Hospital con todo lo necesario».
El documento original de creación del hospital se hizo ante el escribano Juan Agustín de Figueroa el 16 de diciembre de 1692, y en su encabezamiento se lee:
«Sea notorio a los que vieren el presente ynstrumento, como yo el capitán, Gaspar Rodríguez Carrasco. Hacedor desta ysla y la de Fuerteventura, digo que por quanto tengo devoción y deseo de fabricar a mi costa un Hospital en esta Villa para que en el asistan a curarse los pobres que en esta isla hubiere y en ella se allaren de otras parte»
La idea del hospital la recogió Agustín Rodríguez Ferrer, dueño de la ermita del Espíritu Santo y junto a la cual construyó unas habitaciones. Aprovechando la visita a Teguise del obispo Fray Juan Bautista Cervera, le comunicó la idea y el propio Obispo quiso colocar la primera piedra del Hospital de Lanzarote, entregando además un donativo de 200 pesos para las obras,
«por la miseria que padecieron muchos pobres que por no tener donde abrigarse perdieron la vida, acu¬so mas presto por la falta de una casa, en donde recogerse, que por el poco alimento que tenían; esto me ha movido a solicitar que se establezca y fabrique en esta Villa un Hospital y he tenido el grande consuelo de ver en parte conseguido lo que tanto deseaba, aunque no lo bastante, para que una obra tan piadosa, y útil al bien común se perfeccione; pero me anima a esperar que se lograra el conociento que tienen los habitantes de la isla, y que habiendo quién les anime nos escasen en sus limosnas para una cosa tan útil; y así ruego a Vds. encarecidamente se sirvan tomar el trabajo de pedir a los vecinos de los lugares de los Valles, Teseguite, Mojón y Guenia para esta obra piadosa que se halla tan adelantada que ya hay tres camas dotadas, salarios necesarios para médico, cirujano, medicina y luz».
En 1669 figura como mayordomo de la ermita del Espíritu Santo, Marcial Rodríguez Ferrer, nombrado por el obispo Fray Juan de Toledo. Su nombramiento se había hecho en La Orotava. El Hospital del Espíritu Santo funcionaba de una forma provisional, basta que se completó toda su estructura y mobiliario.
El testamento de Agustín Rodríguez Ferrer fue otorgado el 5 de diciembre de 1774, dotó el hospital con varias fincas y con una considerable cantidad de dinero, además dispuso que 600 reales fuesen destinados al sostenimiento de camas, 120 a la enfermera, 100 reales para los gastos del médico y por último unos 150 reales estarían destinados para traer medicinas desde la isla de Tenerife, especialmente vomitivo y mercurio, pues eran los medicamentos más usados para los enfermos de la época.
Dado que la finalidad del Hospital era atender a los enfermos pobres, no se admitían enfermos que tuvieran recursos para vivir, a no ser que abonaran su estancia en el centro. Tampoco se admitían enfermos etílicos o que tuvieran enfermedades incurables.
El Hospital contaba con tres habitaciones y una cocina. Bosch Millares señala en su trabajo sobre este Hospital que contaba con «dos colchones de lana, ocho sábanas, seis almohadas, seis servilletas, dos toallas, cuatro camisas (dos para hombres y dos para mujeres), dos venadas y sus pañitos con cintas para las sangrías, mientras que la cocina contaba con ocho escudillas, seis platos, dos tazas con asas de pectina y varios vasos ordinarios»
En el libro de fundación y propiedades de las capellanías relacionadas con la ermita del Espíritu Santo, se recogen varias notas que demuestran que el HospitaI del Espíritu Santo estaba funcionando antes de 1774. En este libro figuran varios testamentos de los fundadores, así como la relación de las distintas ramas familiares de la familia de Rodríguez Ferrer.
Terminadas todas las obras se puso en funcionamiento ni el Hospital, siendo su primer patrono don Manuel Arbelo que había sido nombrado por su fundador.
El Hospital adquirió una campana a Juan Cologan, cuyo asiento en el libro del Hospital se hizo de la siguiente manera:
«Razón del costo de una Campana, que hicimos venir de Londres por encargo del señor Don Agustín Ferrer de Lanzarote para el Hospital del Espíritu Santo a saber:
Una Campana con 120 R. peso de Inglaterra 462
Embarque y proporciones de comisión de compra y Seguro 29,2
Flete y primaje 21,2
Ponerla en tierra, subirla a la Aduana, peones obra, y bajada a la playa 3,1
R …………………………………………………..515,5
Puerto de La Orotava a 29 Je julio de 1774».
De acuerdo con el patrono, se agregó en 1780 la Cuna de Niños Expósitos. El costo por estancia estaba fijado en unos 600 reales.
Al frente del hospital estaba un médico y una enfermera, contaba también con capellán encargado de administrar los sacramentos a los enfermos y celebración de las misas.
Se disponía de cuatro camas para el servicio de pobres, hasta que Ana María de Mesa y Ferrer agregó dos más por su cuenta.
De acuerdo con las notas de la Sección de Expósitos, en la Casa de niños expósitos:
«Se criaban los niños por nobrizas y leche de cabras, hallándose el establecimiento a cargo de un mayordomo que nombraba el Ordinario Eclesiástico y se mantenía el establecimiento con 120 pesos por disposición del Sr. Obispo Manuel Verdugo».
Al quedar vacante el cargo de patrono por muerte de Don Agustín, este pasó a Manuel Arbelo Curbelo, según se hace constar en documento de 8 de junio de 1782 (Manuel Arbelo también había sido el primer patrono del Hospital).
En estas fechas figuraba como médico del Hospital don Basilio Podio y como enfermera Catalina Rodríguez. A Late médico se le había obligado a dejar sus prácticas curativas en Lanzarote en el año 1776.
En 1796 se publicaba el Real Decreto de Felipe IV que regulaba el funcionamiento de las Cunas de Expósitos. Estas medidas garantizaban la total protección del niño abandonado y de la madre que lo dejaba en el torno. Se prohibía la detención e interrogatorio de las personas que llevaran a un niño a la Cuna y se les brindaba protección en caso necesario.
Las rentas totales para mantener el establecimiento es¬taban cifradas en 2.274 reales vellón y unas 24 fanegas de trigo. Entre los gastos estaba el de 30 reales vellón mensual que se les paga a las amas que cuidaban de recoger los niños del torno y de buscar quién los críe fuera de la casa. Difícilmente se encontraba a nadie que quisiera criarlos pues apenas se le daba más de 18 reales a cada ama.
En el período de 1801 a 1805 entraron unos 89 niños de los cuales murieron 25, mientras que enfermos entraron 21 y sólo murió 1 en el centro.
En 1834, Nicolás de Páiz, en su calidad de Regidor, hace una exposición sobre la sección de Hospitales, exponiendo la situación en que se encontraba el ramo de beneficencia en esa fecha:
«Saben los que informan por documentos que han examinado, que el presbítero don Agustín Ferrer, por su testamento otorgado en 5 de diciembre de 1774, hizo fundación de un Hospital en esta Villa, que tituló del Espíritu Santo, fabricando el edificio y una ermita para su servicio (…) habiéndolo dotado de servicios y empleados y consignando varias fincas para mantener el culto de la ermita (…) Pero habiéndose mandado vender estas fincas de real orden se aplicaron sus valores a la real hacienda o real Caja de consolidación con la pensión de pagar ésta al mismo hospital el censo correspondiente cuyos pagos se dejaron de hacer o se cuidó poco de reclamarlas y no teniendo el hospital otros fondos de aquí provino la ruina total y extinción de un establecimiento tan útil de beneficencia.
Extinguido de modo y siendo anexa la cuna de expósitos por disposición del Its. Sr. Don Manuel Verdugo y de comercio del patrono del mismo hospital se consignaron dichos expósitos los tributos de aquel, que solo ascendían a ciento y veinte pesos y también se les consignaron los tributos de real Hacienda de los cuales solamente se percibieron para dicha cuna de expósitos 4.308 (…). En ningún otro pueblo de la Provincia más que en esta Capital convenía y se necesita de este establecimiento, por su sana temperatura, situación ventajosa para los pobres enfermos de la Isla, atendida las miserias de esta isla y ni se vieran los miserables enfermos perecer sin auxilio ni alimentos, entre angustiosa pajas y comidos de piojos, o expirar implorando el socorro a la humanidad de puerta en puerta…».
En 1835, presenta la baja de administrador de la Cuna de Expósitos el presbítero José Pérez. El Gobierno Civil le recuerda a la Junta que para dicho cargo se debe presentar una terna. Fue designado para desempeñar el puesto José de Páiz Curbelo.
En 1851, el mayordomo de la Inclusa pide ayuda urentísima para salvar los niños que estaban en el establecímiento:
«Los niños que se hallan en el establecimiento se están muriendo de hambre y desnudez, especialmente los tres últimos que acaban de ingresar en el mismo a causa de haberse agotado totalmente sus fondos y no haberse repuesto con las asignaciones que han debido contribuir los ayuntamientos de la isla».
Extinguido el Hospital del Espíritu Santo por mandato del obispo de Canarias, Manuel Verdugo y Alviturría, se agregó los locales que ocupaba a la Casa Cuna.
Son varias las reclamaciones presentadas por las nodrizas y amas de la Casa Cuna, que reclaman el pago de su trabajo, entre estas trabajadora figuraban:
«Micaela Calleros, Francisca Alvarado, Felipa Batista, María Berriel, Andrea Barrios, y Antonia Ferrer».
Ante el deplorable estado en que se encontraba la Cuna de Expósitos y viendo que la isla necesitaba un hospital, el Ayuntamiento de Teguise solicita las casas del extinguido Convento de Predicadores para hospital de enfermo pobres y cuna de niños expósitos con las asignaciones que correspondían de los fondos generales de Beneficencia.
En 1850, la Junta de Beneficencia toma los siguientes acuerdos sobre la Inclusa:
«Primero, que se señalen para cada una de las dos nobrizas internas, que deben permanecer en el establecimiento, cuatros pesos mensuales de los que se comprende la manutención de las mismas nobrizas; y para las externas dos pesos, también mesuales.
Segundo, que el mayordomo compre cama, para las nobrizas, habilitadas de todos los utensilios necesarios, seis cunas, también habilitadas paro los niños, tenga un repuesto de ropas para los mismos; dos mesas, dos bancos, media docena de taburetes; utensilios para lavar los niños; y que sea cuenta del fondo del establecimiento.
Tercero, en vista de la Junta se ha comprobado el estado del establecimiento, mejorado en gran parte con las utilidades de las entradas del Teatro.
Cuarto, se acuerda pasar nota al resto de los ayuntamientos de la isla, para que incluyan en sus presupuestos la cantidad anual que han de pagar a esta inclusa insular».
Como algunos de los ayuntamientos de Lanzarote no aportaban, las cuotas correspondientes para el sostenimien¬to de la Inclusa, en mayo de 1850 se acuerda enviar ofio al Gobernador de la Provincia para que solucionara la situación:
«Siempre la humanidad desvalida, las criaturas, que engendradas con el pecado, arrojan las madres desmoralizadas, gemirán pendientes de los cerrojos, a abandonadas en los portales, o expuestas a la inclemencia en las calles o campos desiertos; siempre teñirán con sangre los dientes de animales carnívoros; sí a pesar de las leyes con que un gobierno justo y caritativo se propone precaver casos tan desgraciados e indecoros, los encargados de cumplirlas, se empeñan en alejar el día. Se hable de los Ayuntamientos. No así el de la Villa, que deseando corresponder dignamente a los deseos filantrópicos del Gobierno, ha puesto de su punto todos los medios para restablecer la Inclusa principal de esta Isla, abandonada hasta ayer por la carencia de fondos con que pudiese contar si el Crédito público no le hubiese vendido sus fincas a censo, del que pago una anualidad y no más; siendo considerable las sumas de las … que adeuda.
En efecto, un establecimiento que hasta ayer se reducía a una docena de mujeres ambulantes que a merced del corto estipendio que se pagaba para acoger a los niños expósitos, sin tener leche con que criarlos, por cuya razón en breve pasaban a ocupar los sepulcros, escapándose uno que otro por casualidad; se halla hoy en el mejor pie, reedificado el local destinado para dicha Inclusa y habilitado por dos nodrizas, jóvenes y robustas para recibir los niños que ingresan en el establecimiento. Para esto se ha contado con que el Presupuesto de Beneficencia fuesen una verdad (anulado:…) y al arreglo económico municipal de este ramo publicado por esa Superioridad en el Boletín Oficial del año pasado de 1849; pero se observa que los Ayuntamientos no solamente dejaron pasar todo el año 1849, en el que debieron haber satisfecho sus asignaciones, y que nos hallamos en el segundo trimestre del presente, sin que hasta ahora se hallan pagado otras cantidades que las insignificantes que a buena cuenta han entregado los Ayuntamientos de San Bartolomé y Tías, a saber l.600 reales y el segundo 641.
A vista de esto, ocurrió a su Superioridad esta Alcaldía con oficio fecha 14 de diciembre última quejándose de la apatía de dichos Ayuntamiento pero ningún resultado se ha obtenido; también se ha dirigido a las Municipalidades exigiéndoles el pronto pago de sus descubiertos, y unas contestan que aún están haciendo la recaudación del presupuesto municipal, como las de Tinajo y Yaiza, otras se contentan con haber satisfecho a buena cuenta una tercera parte de su asignación, como Tías y San Bartolomé; y otras, han tenido por más conveniencia, no contestar como son la de Arrecife y Haría».
En agosto de 1855 Teguise solicita al Gobierno que habiendo sido trasladada la Inclusa a Arrecife, se le cedan las casas que han estado destinadas a dicho establecimiento, con el fin de utilizarlas para los pobres que en caso de epidemia y especialmente con los que hallándose invadidos del cólera, tengan un lugar donde recogerse.
En la mañana del 2 de febrero de 1862, se desplomó la iglesia del Espíritu Santo, el cuadro que representaba a los Apóstoles en el Cenáculo fue trasladado a la ermita de la Vera Cruz.
En 1904, la Alcaldía de Arrecife saca el edicto anunciando la subasta de las fincas que fueron de la Inclusa. La notificación del edicto la firma en Arrecife el 4 de julio de 1904, don Pedro Medina Rodríguez.
El salón que ocupara el Viejo Hospital se arregló en 1825 para convertirlo en Salón de Teatro, el primero de nuestra provincia y el tercero de Canarias en antigüedad. Hoy continúa siendo local de los Grupos de Teatro de Aficionados de la Villa de Teguise, pero ha sido utilizado como cuartel del batallón de Teguise, almacén de municiones, sala de bailes y peleas de gallos.