Fuente: Arrecife, capital de Lanzarote
Por José Manuel Clar
Todo periodo lectivo suele ir precedido de distintas convulsiones sísmicas con una intensidad y duración más o menos variables. La erupción volcánica que tuvo lugar en Lanzarote el 31 de julio de 1824 fue anunciada con distintos terremotos que de forma discontinua comenzaron a sentirse en el año 1813 y fueron advertidos en zonas de Grifo, Mozaga, Tao y Villa de Teguise.
El 29 de julio de 1824, a las cinco de la mañana, se generalizaron los terremotos en varios puntos de la isla. Al día siguiente, 30 de julio, se oyeron profundos ruidos subterráneos que continuaron por la noche, advir¬tiendo los vecinos que de la casa cortijo del presbítero don Luis Duarte hasta el camino que une Tiagua con la Villa, el terreno estaba agrietado y la tierra se movía como si hirviera. En la mañana del día 31 siguiente pudo verse desde Teguise una gran columna de humo, llamas y lava que en proporciones alarmantes partían de los terrenos del presbítero Duarte y se dirigían al Este. Inmediatamente, el alcalde mayor mandó tocar a generala con el repiqueteo de las campanas de Teguise y los tres cañonazos previstos que se dispararon desde el castillo de Santa Bárbara, con la finalidad de reunir a los vecinos para socorrer a quienes lo precisaran de las zonas inmediatas al volcán, trasladando sus pertenencias, animales, etc. en peligro.
Este primer volcán manaba lava por tres bocas que corrían en dirección a la Montaña de Tamia. Fue tanta la actividad de estas tres bocas que se convirtieron en tres cráteres que no cesaban de expulsar abundante lava, poniendo en peligro los terrenos de Tao, Tiagua, Inco, Vegueta y otros.
Los vecinos de las zonas afectadas trajeron a la virgen de los Dolores desde la ermita de Mancha Blanca y la colocaron sobre una loma desde la que se veía el volcán, haciéndole varias promesas. Este volcán, con sus tres bocas, fue disminuyendo su actividad de tal manera que en la madrugada del 1 de agosto los cráteres y bocas cesaron de manar lava, oyéndose tan solo un ruido subterráneo que atemorizaba y que duró unas dos horas hasta disminuir progresivamente y dejar de oírse.
Al día siguiente, 1 de agosto, volvieron a reproducirse las erupciones en el cráter central de los tres descritos, arrojando gran cantidad de lava, cenizas, piedras y humo.
El 29 de septiembre se produjo una nueva erupción entre Yaiza y Tinajo, viéndose el humo desde el Puerto del Arrecife. Este nuevo volcán reventó en un islote que se formó en las erupciones de 1730 a 1736 entre Montaña Quemada y Montaña del Fuego. Afortunadamente, su lava no amenazaba invadir poblados ya que corría hacia el Norte para unirse con la antigua allí existente. Cuentan los cronistas que las explosiones que producía este volcán transmitían un ruido ensordecedor, que impedía dormir a los vecinos de las localidades periféricas.
El día 16 de octubre, tanto el volcán del 31 de julio como el del 29 de septiembre, dejaron de echar humo quedando ambos pasivos. Sin embargo, al anochecer de este día se presentó una nueva erupción con una gran columna de fuego y humo que se elevaba hasta iluminar toda la isla y con unos bramidos tan terribles que los habitantes quedaron aterrados, pese a que ya estaban acostumbrados por las erupciones anteriores. Este nuevo volcán surgió en la zona de los Rastros de Mesa, jurisdicción de Tinajo, hallándose en medio de un gran espacio de lava del siglo precedente. Tenía un gran cráter y tres pequeñas bocas que vomitaban mucha piedra inflada y arena, con tres brazos de lava que se dirigían al este, al oeste y otro al norte. Norte. Pocas horas después comenzó a arrojar impetuosamente humo y agua del color de la lejía, caliente y salada, disminuyendo su intensidad hasta cesar su actividad definitivamente que se ha mantenido hasta el día de la fecha 35.
Las consecuencias de estas erupciones que, como hemos descrito, apenas duraron tres meses fueron que muchas familias —temerosas por los efectos éxodo supuso una disminución notable en el censo de población general de la isla, aunque para Arrecife aumentara considerablemente hasta llegar a tener 2.700 habitantes, de los 15.400 que se contabilizaban en Lanzarote.