Reformas en la fortaleza de Santa Bárbara.1668

Fuente: Lanzarote. Apuntes para su historia7
Por José Manuel Clar

El insigne escritor tinerfeño, José A. Álvarez Rixo, en su obra «Historia del Puerto del Arrecife», hace un comentario sobre la existencia de un documento remitido al Capitán General de Canarias en el año 1667, por el Gobernador de las Armas en Lanzarote, el sargento mayor don Gaspar de Zarate, que lo fue entre 1666 y 1667, dando cuenta del estado de abandono en que yacían las fortificaciones de esta isla y por cuya razón se explicaba la facilidad con que era asaltada por los piratas.


Así, en 23 de enero de 1667, dicho sargento mayor, obtuvo del Capitán General, conde de Puerto Llano, orden para pertrechar y reedificar los castillos de Lanzarote. A tal efecto, el castellano del castillo de Santa Bárbara, de la Villa capital de la isla, preparó la lista de los objetos urgentes, la cual había sido presentada desde el 5 de abril del año anterior y respondida por S.E. desde el 20 de agosto de 1666, de que se pidiesen al quintador o administrador del Estado de Lanzarote por no haberlos en Tenerife.
Entre los pertrechos pedidos figuraban: «Una campana porque la que había se rompió muchos días ha – Seis tablones para aderezar el puente que está de mala calidad.- 24 varas de cabo de jarcia para levantarlo porque las cadenas que tenía se quebraron de comidas por el tiempo, ínterin se hacen otras 9 astas para cucharas para encabetar soquetes.- Soquetes para lanadas y pellejos para ellas y tachuelas para clavarlas.- 3 formas para cocer cartuchos; una de a 8 libras, otra de a 5 y otra de a 3 – 100 balas de a tres libras y planchas de plomo para tapar los fogonazos de las piezas (artillería).- 1 bandera con las armas reales.- 6 varas de lienzo para las banderas de señales de las embarcaciones que se descubrían en el mar – Vinagre para lim-piar los arcabuces – Pólvora.- Plomo». Lo que da una idea de la especie de artillería que por entonces montaba el castillo.
El castellano de esta fortaleza era el capitán don Miguel Peraza Betancort, apellidos que aún se conservan en la isla con la propia distinción.
«Don Francisco, el Gobernador de Armas proveyó auto para que todos estos artículos los entregase don Francisco García Sentellas, administrador del Estado de Lanzarote, dentro de veinticuatro horas, por tener obligación de hacerlo; a lo cual se negó Sentellas alegando, que antes se hiciese inventario de los objetos que en ocasiones anteriores se habían suministrado; y si habían sido o no bien invertidos; con otras razones a la verdad antes evasivas que fundadas. En cuya virtud se le intimó nuevo auto para que cumpliese pena de prisión, y como no lo hiciese sino que volvió con otro memorial alegando lo mismo, fue arres-tado en su casa de la Villa de Teguise con dos guardas a su puerta, uno llamado Diego Pérez Serrano, ayudante del Gobernador (dice el documento) y el otro Baltasar Linares, alguacil de la guerra; de cuyas personas hago mérito para dar idea de la especie de empleos hoy desconocidos que hubo entonces, y porque ambos apellidos todavía se conservan en la isla.
Don Francisco García Sentellas fue desobediente, salió a pasear a pesar de las reconvenciones de los guardias, siguióse y agravóse el negocio hasta hacerlo obedecer franqueando el dinero para los pertrechos pedidos ya en noviembre del propio año 1667, en que llegó de Tenerife nueva orden del Capitán General interino, sustituto del conde de Puertollano.
De los alegatos de don Francisco Sentellas, se deducen: Que sus apellidos eran, García Sentellas del Castillo; que además de ser administrador de la isla de Lanzarote, lo era también de la de Fuerteventura; que su persona no debía delito para arrestarle, sino que repitiesen contra los bienes del Estado y en contra del Quintador; en fin, que le querían incomodar sin justicia.
El testimonio de este curioso a la par que ruidoso documento que tengo ahora en mi mano, firmado por el mismo escribano público y de la guerra de Lanzarote que lo actuó, llamado Antonio López Carranza, fue autorizado el 4 de enero de 1668, parece que para remitirlo a la Capitanía General. De él también se demuestra aquel antiguo prurito de los vecinos de Lanzarote por contradecirse e indisponerse por cosas que bien miradas todos debían tener sumo interés en que estuviesen listas y en buen estado, viviendo en armonía las pocas personas que la isla contenía. Si durante estas disputas hubiera acertado a desembarcar cualesquiera corsario, claro está que les habría sucedido como los conejos de la fábula, que fueron víctimas de su indiscreción, puesto que en disputar perdieron el tiempo que debieron ocupar en ponerse a salvo».

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