La Graciosa está separada de Lanzarote por un estrecho de un kilómetro de ancho y de escasos metros de profundidad, denominado El Río.
La isla tiene 27’24 km2 y una altura máxima de 266 m en Las Agujas Grandes. En descripción de Torriani.
La Graciosa «en la parte de Levante tiene tres montañas muy hermosas, iguales y muy parecidas [Montaña Bermeja, Montaña del Mojón y Montaña de las Agujas], y en la parte del Poniente hay otra no menos hermosa y agradable [Montaña Amarilla]» (1978: 33-34). A estos cuatro accidentes geográficos principales de la isla, hay que añadir una playa de las Conchas, así llamada por estar constituida de una acumulación de cáscaras de moluscos Helix , que al caminar sobre ellas producen un crujido especial al romperse.
Como decimos, la isla de La Graciosa aparece citada en todos los textos históricos, desde Le canarien, y en muchos de los cartulanos primitivos, desde el del mallorquín Abraham Cresques, en 1375. En Le canariense cita de continuo, pues los normandos la utilizaron como desembarcadero. La aparición del topónimo con artículo o sin él es bastante aleatorio, lo mismo que su escritura, afectada en muchas ocasiones por el fenómeno del seseo: así,Briçuela y Próspero Casola escriben Grasiosa , mientras que P.A. del Castillo lo hace Grasioça. En la actualidad, se escribe y se nombra siempre con el artículo, y se escribe siempre con c, conforme a la etimología del castellano, aun que en Canarias se pronuncie con /s/, según la norma dialectal isleña.
En impresión de Torriani, que además la dibuja desde la playa de Famara, La Graciosa «aparece graciosísima a la vista, tanto por la forma como por el sitio en que está, y por esto fue nombrada así por Letancurt» (1978: 33). Nada encontramos en las crónicas de la conquista bethencouriana que justifique esta etimología (mejor «motivación designativa») del ingeniero italiano, pero nada obsta de que así fuera, pues, efectivamente, el aspecto con que aparece La Graciosa, desde cualquier lugar que se la mire, pero más desde Lanzarote, es siempre agradable y amable, amarilla y dorada, fácil y hermosa, graciosa, al fin: una isla «bien bautizada». No es ajeno a este nombre el hecho de que en otros muchos archipiélagos del mundo haya islas con igual o similar denominación (como en el archipiélago de Açores). Y se extiende Torriani en su descripción y en el uso que de la isla hacen tanto los de Lanzarote como los piratas que allegan a ella, por su fácil arribo y quieta navegación. «Este islote ─dice─no tiene ni agua, ni árboles, ni animales salvajes (como escribió Plinio), sino solamente conejos que pusieron en ella los cristianos, como también en las otras dos [Alegranza y Montaña Clara]. Algunas veces los lanzaroteños dejan en ella las cabras y las ovejas, y, cuando se multiplican, la s vuelven a recoger y las venden en Tenerife o Gran Canaria» (ibid.: 35). Y sigue después con dos párrafos dedicados a las pardelas, aves de las que los lanzaroteños se sirven para múltiples fines. Finalmente, teniendo La Graciosa tan agradable espacio, cree Torriani que es allí donde Torcuato Tasso ubicó el lugar en que Rinaldo aparece encantado por Armida.
La isla no se pobló, de manera estable y fija, hasta finales del XIX o principios del XX , con gentes lanzaroteñas procedentes fundamentalmente de la costa de Teguise o de Haría, según la tradición, con el proyecto de instalar en ella una factoría de salazón y derivados vinculados al banco pesquero canario-sahariano(1).
Aquel proyecto nunca llegó a ejecutarse del todo, pero los primeros pobladores que se quedaron en la isla trajeron a sus familias y formaron un poblado en la caleta más próxima a la isla de Lanzarote, Caleta del Sebo, el único núcleo de población que ha tenido La Graciosa, aunque modernamente empieza un segundo núcleo en Pedro Barba, éste constituido por residencias turísticas o familiares más temporales que permanentes. La actividad única de los gracioseros es la pesca. Y su población total no sobrepasa los 500 habitantes. Sin embargo, tal como se desprende del informe de Torriani, la isla de La Graciosa ha sido un territorio usado y explotado desde siempre, razón por la que es tan rica su toponimia, pudiéndose decir que la isla está tan «toponomizada» como cualquier otro espacio de Lanzarote.
Una característica toponímica de La Graciosa y del resto de los «islotes» es la ausencia que tienen de nombres guanches, para señalar que fueron territorios nunca pisados por los aborígenes. Las únicas excepciones que pueden citarse son la presencia de Dise en La Graciosa, de Jameo y Mosegue en Alegranza y de Tabaibita y Tefíos en Montaña Clara, pero es seguro que tales términos se implantaron en ellas en época hispánica y no guanche, una vez que se convirtieron en apelativos de uso común en el español hablado en Lanzarote.
(1)
Sobre este primer «poblamiento», contamos con un testimonio de la época:
el de la viajera inglesa Olivia Stone, que por aquellos años visitaba las islas, y vio desde El Risco de Famara las primeras casas que se habían levantado en La Graciosa. Dice: «Algunas casas blancas en la playa de Graciosa, justo frente a nosotros, señalan la fábrica de salazón de pescado que allí hubo» (1995: 315). Sin embargo, Agustín Pallarés ha indagado en este tema, hablando con los descendientes de los primeros pobladores, y ha deducido que este poblamiento fue posterior al cierre de la factoría «Pesquerías Canario-Africanas», que así se llamaba (aunque en la memoria popular se recuerda como «La Sociedad», convertida incluso en topónimo graciosero), ocurrida en 1884, y que quienes decidieron quedarse a vivir de manera permanente en la islita fueron cuatro matrimonios de Arrieta que por su condición de pescadores frecuentaban aquellos lugares. Eso debió ocurrir en la segunda mitad de la década de los 80 del siglo XIX.