Fuente: Patrimonio Histórico de Canarias- Lanzarote y Fuerteventura
Por María Teresa del Rosario León
La Villa de San Miguel de Teguise fue una de las primeras urbes constituidas en nuestras islas; su fundación se debe a Maciot de Béthencourt.
Fue el principal centro de decisión de la isla de Lanzarote hasta finales del siglo XVIII, momento en el que perdió la capitalidad en favor de un nuevo centro económico surgido en el Puerto de Arrecife. La ubicación de Teguise queda explicada, de una parte, por la existencia de un núcleo indígena en el lugar de erección, y de otra, por ser éste un paraje simado al abrigo de los ataques piráticos que aún así no pudo eludir.
Fue especialmente acosada por piratas de procedencia norteafricana, no faltando tampoco los de origen europeo, que lograron arrasar la villa en más de una ocasión a pesar de la fortaleza de Santa Bárbara.
Sus principales inmuebles, los pertenecientes a la administración eclesiástica, comenzaron a perfilarse tras la última invasión norteafricana, acaecida en 1618, de modo que tales recintos quedaron prácticamente definidos en la siguiente centuria. A la importancia artística que de por sí tienen, se les añade el hecho de haber sido los responsables de la definición de la trama urbana, organizándose en función de ellos la población. Así, el núcleo de la villa está constituido por una plaza de trazado irregular cuyo pavimento todavía conserva algunos restos de la tradicional piedra volcánica. Centrada por una fuente en cantería gris se encuentra la fachada de la iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe, cuyos orígenes se remontan a la primera mitad del siglo XV.
A dicha plaza dan las fachadas de los edificios significativos de la villa: la Casa Spínola, residencia del siglo XVIII, de marcado carácter señorial, o la Casa Cilla, que fue levantada como almacén del Pósito. No es ésta, sin embargo, la única plaza con que cuenta la población, pues entre otras destacan la denominada del 18 de Julio, presidida por una escultura conmemorativa, y la de la Vera Cruz, que debe su nombre a la ermita situada en su costado.
San Miguel de Teguise contó también con dos recintos conventuales, el de San Francisco de Miraflores, cuya fundación se remonta a las postrimerías del siglo XVI, situado en la parte alta de la villa; y el de Santo Domingo, en la zona más baja de la población, obra del siglo XVIII.