Fuente: Lanzarote: su historia, su paisaje, sus gentes.
Por Francisco Pérez Saavedra
La imagen de Ntra. Sra. de Guadalupe, Patrona de la Iglesia Parroquial de Teguise, fue en palabras de fray Juan de Medinilla «la primera imagen de la Reina del Cielo venerada en estas islas por los cristianos«.
Tanto el mencionado Medinilla como don Pedro Agustín del Castillo (1737) recogen la tradición de que «los turcos» cuando invadieron la isla en 1618 se llevaron dicha imagen a la ciudad de Argel; el que la poseía la pregonó en el zoco y como nadie ofertó por ella, la decapitó con su cimitarra, provocando la reacción de un perro enfurecido el cual acabó con su vida. Añade el cronista, que una cautiva lanzaroteña, Dª Francisca Ayala recogió del suelo la sagrada cabeza de la imagen rota y al ser rescatada se la llevó a Sevilla, donde encargó la restauración de la pieza, aunque siempre le quedó la señal, así como el esculpido de un nuevo cuerpo.
Hoy disponemos de un documento notarial del siglo XVII (31-1-1664) que se conserva en la Real Sociedad Económica de La Laguna, el cual confirma la autenticidad histórica de la leyenda, pero corrige las inexactitudes en que incurrió el historiador Castillo y mantuvieron los cronistas posteriores.
Por este importante documento nos enteramos, en primer lugar, que la captura de la Sagrada Imagen no se produjo el año 1618, sino bastante antes, en la primera de las grandes invasiones berberiscas a la isla, en 1569, comandada por Calafat, corsario del rey de Fez. Y por consiguiente, los cautivos no desembarcaron en Argelia, sino en Marruecos.
El incidente de la subasta tuvo por escenario a Fez. La cautiva cristiana que trajo la cabeza de la Imagen a Sevilla fue Dª Francisca Ayala, hija de doña Sancha, prima de don Agustín de Herrera; y quien gestionó la restauración fue Argote de Molina. La Imagen la había traído a Lanzarote Diego García de Herrera.
La Virgen de Guadalupe de Teguise, como la de Extremadura, es la Virgen del Cautiverio y la Virgen de los Cautivos. Recordemos que Cervantes, al ser liberado de Argel fue a visitar el monasterio extremeño y en su obra póstuma. «Los trabajos de Persiles y Segísmunda» le llama «Libertad de los cautivos, lima de sus hierros y alivio de sus prisiones».
Cuando la amenaza berberisca se disipó, ante los problemas más apremiantes de la escasez de lluvia y las plagas de langostas, la Patrona de Teguise cedió su protagonismo a la advocación de la Virgen de las Nieves. Y cuando las erupciones volcánicas enlutaron los campos de la isla, prefirió acercarse a los fieles como la Virgen de los Dolores, más en consonancia con la angustia reinante y con los negros mantos de lava que recubrían la convulsa isla.
El Lanzarote rural ha profesado una profunda devoción a Ntra. Sra. de las Nieves, cuya ermita ocupa un privilegiado emplazamiento en lo alto del macizo de Famara, próximo a los Valles, con hermosas vistas a la isla de La Graciosa y no muy distante del núcleo urbano de Teguise.
Esta advocación de la Virgen María tiene bastante tradición y arraigo en el Archipiélago Canario. Es la Patrona de la isla de La Palma y acaso tenga como precedentes los ritos insulares en las alturas para propiciar la lluvia, extendidos por toda el área beréber.
El manuscrito del franciscano fray Diego Henríquez (1714) que historia la devoción a Ntra. Sra. del Pino, patrona de Gran Canaria, y se conserva en el Museo Británico, dedica un capítulo a la Virgen de las Nieves de Lanzarote. Nos habla de las repetidas apariciones a «un pastorcico«, con un claro mensaje a los Párrocos y Mayores para que le fabricasen una «casa» en la colina. La petición fue acogida con entusiasmo, pero luego el fervor se enfrió y el templo se fue deteriorando, hasta que el Ldo. don Simón de Betancurt restauró la ermita, adecentó el culto y volvió a renovarse el fervor isleño, llegándose a disponer en la misma ermita de dos imágenes con igual advocación.
Entre los documentos inéditos recopilados por don Antonio Hernández Rivero y publicados por el Ayuntamiento de Teguise en 1991, se recoge el testimonio del guarda de la Vega de los Valles, Luis Alonso (1676), quien afirma haber oído una repetida voz nocturna en que la Santísima Virgen pedía se le erigiese «casa» en lo alto de la montaña. Como testigo de fama también prestó declaración el capitán Luis Rodríguez Fleitas, quien aseguró que el mencionado Luis Alonso era «hombre de toda verdad».
Y en los libros de actas del Ayuntamiento de Teguise, se recogen hasta ocho testimonios sobre cultos y bajadas de la Virgen de las Nieves, entre 1747 y 1825, para impetrar su divino auxilio en períodos de extrema sequía, plagas de langosta y epidemias.
Por su privilegiado emplazamiento los romeros acudían a la ermita de las Nieves, en caravanas de camellos, mulos, burros y caballos, donde la tradición y el tipismo, además de la devoción y la alegría, hacían acto de presencia.
A esta devoción a la Virgen de las Nieves se suman en Teguise otros cultos marianos. En particular a Ntra. Sra. del Carmen, fomentada por los franciscanos, al fundar en 1729 una Real Cofradía bajo esta advocación. La imagen se adquirió en Génova y en 1875 fue trasladada a la Iglesia Parroquial, siendo víctima del incendio que destruyó dicho templo en 1909. Pero la piedad y la devoción por esta Virgen marinera, que aboga por las almas del purgatorio, se ha mantenido viva, pues como escribió Agustín de la Hoz: «en nuestra isla siempre abrieron el mismo surco de dolor la uña del arado y la quilla de los veleros«. Y el 16 de julio Teguise celebra en la actualidad su fiesta mariana más concurrida.
Tampoco podemos omitir la devoción y la fiesta de Ntra. Sra. del Rosario, promocionada por los dominicos, quienes en 1726 fundaron el convento de S. Juan de Dios y S. Francisco de Paula, en la misma Villa y del cual dice Viera y Clavijo («Noticias…» lib. XVIII,cap. 35): «Antes había sido hospicio. Pasose a él la capilla y cofradía del rosario que estaba en la parroquia y fue su primer prior el Rvdo. P. presentado fray José Clavijo…» su cercano pariente, del que también dejó escrito que había sido «uno de los varones más sabios, más exactos, más serios, más virtuosos y más útiles de su provincia«(Op. cit. Lib. X, c. 49 n.3).
La realidad pormenorizada fue que el capitán don Gaspar Rodríguez Carrasco, que había erigido a sus expensas la ermita del Espíritu Santo en solares de su propiedad próximos a la Gran Mareta, en 1699, concibió también la idea de fundar un hospital para pobres y niños expósitos en unas casas que le pertenecían en el extrarradio del casco urbano. Pero los proyectos del donante, que confiaba en que los Hermanos de S. Juan de Dios de la provincia de Andalucía se encargaran de regentar la fundación, proveyéndola de médico y botica, se frustraron, porque dichos Hermanos consideraron inviable hacerse cargo de una institución tan alejada de la España Peninsular, con los medios humanos y materiales de que disponían.Fue la oportunidad que aprovecharon los dominicos para establecer su último convento en el Archipiélago.
Todas estas incidencias quedaron reflejadas en el escrito que la Junta de Beneficencia de Teguise elevó a su Majestad la Reina de España en 1837, con motivo de la incautación por parte del Estado de los bienes eclesiásticos no vinculados a instituciones benéficas y de caridad, de acuerdo con la desamortización de Mendizábal, intentando salvar para el municipio los bienes incautados a los frailes. Dicho escrito lo reproduce íntegramente Jiménez Sánchez en la revista del Museo Canario n° 19 (1946), según copia que le facilitó don Lorenzo Betancor.
Pero Teguise necesitaba y llegó a contar con dichos establecimientos benéfica en el siglo XVIII, aunque en escala más restringida. En la respuesta que dirige el Beneficiado de Teguise Ldo. Ambrosio Cayetano de Ayala y Navarro, al obispo de la diócesis, que figura entre los documentos inéditos recopilados por Hernández Rivero (opera cit. pág. 77) se hace una patética referencia al problema que los niños expósitos planteaban en la isla, tanto a los vecinos pudientes como al propio clero: «En esta isla no hay tomos para niños expósitos y por esta falta los echan a las puertas de las iglesias y a las de los vecinos, quienes por no recibirlos los ¡unían pasando de unas casas a otras y muchos perecen en estas hornadas». Y añade textualmente, actualizando la ortografía: «Y ordinariamente sucede que los vecinos a quienes los echan sigilosamente los ponen en la puerta de la iglesia a fin de excusarse de criarlos, y que los Beneficiados y demás eclesiásticos los críen a su costa«.
Con estos antecedentes resulta comprensible que Teguise llegase a contar en esta centuria con un hospital, que recibió copio-tas limosnas del obispo Servera en 1773. Y tanto el presbítero don Agustín Ferrer, como el vicario don Diego Camacho sufragaron dos y una cama, respectivamente, según consta en el apartado 11º del «Compendio Breve…» (op. cit.). Y Madoz recoge en su Diccionario, refiriéndose a Teguise: «Hay cuna de expósitos en e¡ que untes fue hospital del Espíritu Santo, fundado por testamento del presbítero don Agustín Ferrer el 5 de diciembre de 1774″.
Cuando el obispo Tavira visitó la isla en las postrimerías del siglo XVIII (1795), reunió bajo un mismo fin dos instituciones preexistentes: La Hermandad del Santísimo Sacramento y el Hospital del Espíritu Santo, fundando la Hermandad de la Caridad.