Fuente: Boletín Informativo Aguayro. Nº 156- Noviembre-Diciembre 1984
Por RAMÓN F. DÍAZ HERNÁNDEZ
En la constitución de todo conjunto urbano intervienen diversos factores entre los que destacan elementos permanentes o estructurales como son el suelo y el clima, y los llamados vectores móviles o coyunturales, como son la seguridad y la defensa, la composición social y económica, los acontecimientos históricos, el sistema de cultivos y la mayor o menor permanencia de las tradiciones.
En suma, es la conjunción de los condicionantes fisiográficos y sociohistóricos los que hicieron aconsejable el emplazamiento de la antigua capital insular. Las ventajas cierras que comportaban eran de tal envergadura que garantizaron el éxito de antemano o, cuanto menos, aminoraron zozobras durante un período de tiempo relativamente prolongado. Veamos a renglón seguido cuáles fueron esos condicionantes geográficos y de qué manera influyeron en el asentamiento de la población de aquella parte de la Isla.
- El emplazamiento de la Villa de Teguise sobre una meseta interior, a unos 360 metros sobre el nivel del mar, convertía de hecho a la antigua capital de Lanzarote en una verdadera atalaya o torre de vigía privilegiada desde donde podía divisarse en todo momento las arribadas frecuentes de bandas armadas por mar . De esta forma se podía alertar a la población rápidamente a fin de disponer del tiempo necesario para organizar la defensa de la Villa sin dejarse sorprender. Téngase en cuenta que el predominio de costas bajas y accesibles hacía extraordinariamente vulnerable a la Isla por todas partes y que, con los medios técnicos y humanos propios de los si
glos XV al XIX, era poco menos que impensable encontrar cualquier otro tipo de defensa más eficaz que una buena localización geográfica. Por si fuera poco la construcción de la fortaleza Guanapay por el cremonense Torriani, de planta rómbica y ubicada sobre el cráter de un viejo volcán , no hacía sino ampliar la panorámica, sirviendo al propio tiempo de refugio de la población y de atento centinela frente a las vandálicas incursiones piráticas . Allí solían encerrarse los hombres armados mientras que las mujeres , ancianos y niños corrían a refugiarse más al norte, en las intrincadas cuevas volcánicas o jameos.
- Por otra parte debe consignarse también que el emplazamiento de la Villa, rodeada en buena parte de montañas (Macizo Famara, Guatifay y Montaña de Guanapay), le añadía a la vez de las siguientes ventajas para la población teguiseña, tales como:
- Contar con la protección de un magnífico abrigo natural que salvaguardaba al pueblo y sus habitantes de los vientos alisios dominantes que, casi siempre, soplan con inusitada intensidad. Apréciese que estamos en una zona cruzada por el viento del jable y por tanto ventosa, con gran iluminosidad.
- Lanzarote es una isla que sólo conoce el agua de lluvia. En consecuencia, la cercanía a las alturas máximas de la Isla supone tener acceso a los índices pluviométricos propios de las montañas colindantes, cuyas escorrentías se canalizaban y almacenaban en «albercas» o «maretas», en los aljibes, o bien se orientaban directamente hacia las gavias para humedecer los cultivos. Por otra parte, los manantiales de Las Palomas y Aguza, célebres en toda la Isla, debieron tener un atractivo fundamental, máxime en una tierra donde los caudales hídricos son secularmente insuficientes. Lógicamente, disponiéndose de agua con una cierta garantía quedaba asegurada las lógicas demandas humanas, ganaderas y hasta agrícolas. Es decir, el motor de la actividad económica indispensable en toda sociedad tradicional.
- En los momentos de inseguridad —que no fueron pocos — es proverbial el que la montaña se convierta en el mejor de todos los refugios . Por lo tanto, cuanto más próximo se esté de este medio mayor seguridad infundirá en los habitantes que encontrarán allí, aparte del cobijo y la esperanza para sobrevivir en los momentos adversos, otros aspectos vitales más para superarlos.
- De otro lado, la mayor humedad de la montaña debió favorecer la implantación de determinados cultivos en los pequeños valles abrigados. Los pastos y matorrales aprovechables dieron lugar a a las actividades propias del pastoreo ovino y caprino. Torriani al describir estos parajes hace referencia expresa a la abundancia de cabras, ovejas, bueyes y muchísimos asnos, añadiendo que los moros capturados en Berbería por los señores de Lanzarote potenciaron la labranza y el pastoreo. Todo lo cual convierte a este medio en refugio y granero como apoyo logístico para l
a defensa y protección de los pobladores.
- Otro condicionante físico digno de resaltarse son los efectos de las recientes erupciones volcánicas cuyas coladas inundaron buena parte de la geografía insular, ocasionando suelos de malpaís de imposible o difícil aprovechamiento por el hombre. En efecto, gran parte del Norte de Lanzarote no es más que un extenso malpaís debido a las erupciones, entre otras del volcán de la Corona. Pero, en el Sur, la superficie ocupada por el mar de lavas de las emisiones más recientes de Timanfaya (siglo XVIII) y las del volcán Tinguaton (en el XIX) es todavía más extensa, pues las lavas, escorias y lapillis invadieron casi la sexta parte de la Isla. Los alrededores de Teguise se componen de suelos viejos y suficientemente meteorizados por lo que son muy aptos para el aprovechamiento agrícola y ganadero.
- . La Real Villa de San Miguel de Teguise es un auténtico lugar de encrucijada y de límite entre zona montañosa y zona llana. En efecto, con el emplazamiento asignado por sus fundadores, Teguise se convertiría muy pronto en un lugar de encuentro entre pastores, cazadores de pardelas y agricultores de montaña con agricultores y hombres de costa que vendrían a ofertar sus producciones a la mayor concentración humana de la Isla hasta el siglo XIX. A su vez, los tratantes, intermediarios y comerciantes expondrían a la venta manufacturas importadas por El Puerto de Arrecife o bien mercaderías elaboradas por los artesanos locales. La Mareta o las fuentes de Famara ofertaban agua a los habitantes de Lanzarote en tiempos de sequía.
Así mismo, la abundancia de parques, plazas y zonas abiertas guarda una cierta desproporción con la importancia real de su poblamiento, abonando la idea del enorme peso de las actividades mercantiles y feriantes de la Villa. La llegada de los señores de Lanzarote de las cabalgadas a las costas africanas cargados de botín y esclavos debieron incentivar el papel comercial de la urbe capitalina. La presencia de las clases más selectas, como corresponde a una verdadera capital, daría pie además al desarrollo del consumo suntuario, aparte del de mercancías de primera necesidad.
- – La inmejorable localización en el mismo centro de la Isla no hace sino favorecer las comunicaciones, ya que desde la Villa partían sendas vías que conducían a las localidades de Haría, Caleta de Famara, Tinajo, Yaiza y Arrecife. Estos factores geográficos y estratégicos debieron pesar fuertemente en el ánimo de los conquistadores y fundadores, pues de esta forma quedaba garantizado el control militar, comercial, administrativo y religioso de Lanzarote. Sólo así se explica el repudio de la primera capital en el sureño Rubicón por otro emplazamiento más ventajoso.
- Al pie de la colina que sirve de asiento al castillo de Guanapay se encontraba la «mareta» o alberca, obra al parecer de los primitivos isleños, pero que los conquistadores mejoraron. Este vasto depósito o receptáculo para recoger las aguas pluviales que descienden de las montañas llegó a disponer de una considerable altura similar a la de la actual torre de la Iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe. Tenía un perímetro de 600 metros y capacidad para unas 80.000 pipas de agua. Era propiedad de la Isla entera y en tiempos de escasez de lluvias venían desde todos los rincones de Lanzarote caravanas de camellos cargados de odres y cacharros a por el líquido elemento. El vencindario insular estaba asistido del derecho a servirse de las aguas de la «mareta», pero también tenían el deber de contribuir a su limpieza y conservación. Dícese que cada año acudían a la Villa brigadas de hombres enviados por los diferentes pueblos de Lanzarote para limpiar y mantener en buen estado el estratégico embalse. En 1964 las autoridades locales tuvieron la desafortunada idea de vender las arcillas para los nuevos cultivos eliminando la expresada «mareta» que tanto había socorrido al pueblo de la Villa y a los lanzaroteños en general en los frecuentes períodos de sequía y cuyo origen parece que se remonta al pasado prehispánico.