Fuente: Lancelot – N° 292 31.12.88
Por Francisco Hernández Delgado
Cada región, ciudad o pueblo, tiene su peculiar forma de celebrar el nacimiento, a Lanzarote le cabe el honor de ser la primera de las Islas Canarias en celebrar la Navidad.
A partir del año 1.223 los Franciscanos llevan esta tradición del belén a las tierras que poco a poco eran descubiertas por todo el mundo y es en nuestra Isla donde primero llegan estos monjes que ya a finales del siglo XV se encuentran radicados en el Convento de Santa Madre de Dios de Miraflores de Teguise.
Pero antes fue el Rubicón el escenario de esos ritos y leyendas, mezcla de lo profano y lo religioso en que los pastores quemando el Reñilego bailaban a la luz de las «Ulagas» quemando aquel muñeco símbolo del mal, dando origen al célebre baile del Salto, mientras con la lata elevaba las cenizas sobre el campo para que diera buenos frutos y el Sol les hacía llegar los primeros rayos de luz, era la señal que una vez más la luz había vencido a las tinieblas.
Todavía no había llegado el siglo XVI cuando Teguise era el centro de la cristiandad insular y los pastores ya no bailan para quemar el Reñilego ahora lo hacen en el Convento e Iglesias en honor del niño Dios, nace el grupo de Pastores herederos del baile del Salto del Rubicón, nace la Navidad de Teguise, nace el Rancho de Pascuas, rico legado histórico que después de cuatrocientos años continúa su tradición como un huracán que se resiste a morir a manos de tantos «Quijotes» que han pretendido cambiar o romper una de las pocas tradiciones que aún quedan no sólo en Teguise sino en Canarias.
El Rancho de Pascuas o Rancho de Navidad lleva en sus can tos las leyendas narradas al igual que los villancicos con el corazón de un pueblo sencillo, que han pasado de generación en generación en la gente humilde como un tesoro público, como un bien de propios y no como una mercancía política expuesta a las tempestades de las Cabezas de turno.
Así, doña Teresa de Jesús García Marrero, recordaba el rico romancero rubicense.
Así como los Spínola dieron gloria a Teguise con su constante lucha por conservar la tradición de la Navidad entre otras facetas.
Dominga Spínola Bethencourt nos dejaba las obras: «Hallazgo» y «Los Alegres Compadres del Rubicón» Y a las hermanas Manuela y Esperanza Spínola, a quien recordamos a la luz de un farol, luz que por cierto no necesitaba doña Esperanza pues estaba ciega, nos iniciaba en las tareas de las primeras letras, en la religión y en el teatro.
Junto a los Spínola, estaban también los Feos, los Cancio, los García, los Cabreras, los Herreras, los Perdomo, los Castillos y otros tantos.
Más reciente las hermanas Bonilla, los hermanos Díaz Páez y las hermanas Manuela y Catalina Castillo, quien nos recordaban hace unos días con una memoria impresionante el verso que había recitado en la Navidad de hace más de 50 años.
Cada año, cuando llega la Navidad, los lanzaroteños de verdad, los que se resisten a olvidar el pasado, sobre todo lo bueno de nuestras costumbres y tradiciones, sentimos allá dentro, donde nos nacen los buenos pensamientos, donde nos nace ese calor alegre que es la ternura, allá dentro sentimos una suave emoción ante las voces roncas y secas de nuestros Ranchos y cantos de Navidad, en Tinajo, Haría, San Bartolomé y en Teguise, que un trocito de ese calor navideño llegue también a los que se sienten fríos e indiferentes para con nuestras tradiciones, nuestras costumbres sobre todo para el verdadero pueblo de Lanzarote.