Pregón de las Fiestas del Carmen
Teguise 2016
POR MARY LUZ GARCÍA MARTÍN
Buenas noches:
Quiero comenzar dando las gracias al Señor Alcalde y a la Concejala de Cultura del Ayuntamiento, por haber pensado en mí como Pregonera de las Fiestas del Carmen 2016 de Teguise. Considero este encargo, un honor y un reconocimiento a mi trayectoria como artesana de este municipio, y es por ello, que espero estar a la altura de la confianza que han depositado en mí.
Si empezara mi presentación diciendo que me llamo Mari Luz, estoy segura de que muchos de ustedes se extrañarían, porque los vecinos del pueblo me conocen como Lula. Es algo así, como lo que le ocurre a Teguise, que entre los vecinos del pueblo, se le conoce como La Villa. Por eso, cuando alguien me pregunta de dónde soy, yo suelo responder: «de la Villa» Y es que yo nací en La Villa, me bauticé en La Villa, me confirmé en La Villa y, aunque me fui una temporada a La Palma, donde conocí a mi marido, también me casé en La Villa y prácticamente todas las cosas importantes de mi vida, han estado vinculadas a este pueblo.
Soy hija de Rafaela Martín, un ama de casa incansable, que consiguió sacar adelante a sus siete hijos, porque mi padre, Andrés García, que era un buen hombre, muy conocido en Lanzarote, falleció joven. Mi niñez fue muy alegre y divertida, aunque a veces pienso, que era yo la que siempre estaba contenta. Bueno, menos para ir a la escuela, que raro era el día que no me daba algún dolor. Será por eso que solo estudié hasta los trece años… por eso y porque la vida no era fácil, sobre todo para las mujeres. Recuerdo con especial cariño a la maestra Doña María, porque con ella pasé los primeros años, aunque también me dio, unos cuantos «reglazos».
Pero a mí, lo que realmente me gustaba, era jugar. Las niñas jugábamos al corro en la plaza, o a la estampa ¡que yo tenía la mano pelada de levantar a golpes para poder ganar!
También disfrutaba vistiéndome en Nochebuena de pastorcita y esperaba por ello, con mucha ilusión la Navidad. O, en Semana Santa, porque, a las niñas, nos dejaban vestir a los santos. A mí, junto con otras, nos tocaba vestir a San Juan «el contero» ¡Con qué ilusión esperábamos el Miércoles Santo! Desde primera hora de la tarde ya estábamos en la plaza, pendientes de la llegada de San Juan en procesión, para ver que le contaba a la Virgen y a la Magdalena sobre Jesucristo.
Tengo que reconocer, que fui una niña traviesa, lo que antes llamábamos «desinquieta» y ahora diríamos hiperactiva. Recuerdo que un día cogí un gato pequeñito, de dos o tres días, que me encontré en la calle y se lo llevé a Maximiano Díaz, que tenía una tienda al lado de la casa de mis padres, para vendérselo a cambio de golosinas. Está de más decir, que Maximiano me mandó para mi casa y se lo contó a mi padre que no paraba de reírse.
Tampoco se me olvidará nunca, cuando íbamos a aprender a rezar, a casa de Doña Esperanza y Doña Manuela Spínola y les comíamos, a escondidas, los duraznos del duraznero que tenían en el patio. Con ellas no solo aprendíamos a rezar, también hacíamos teatro. Y eso, es algo que siempre me ha gustado. Al principio éramos niñas solas, y nos vestíamos de niños cuando hacía falta. Pero un día Da Esperanza puso a chicos y como yo era de Acción Católica, Doña Clotilde Betancourt, decía que eso era pecado y me dijo: «o Acción Católica o el Teatro” y yo, como era ya grandita y empezaban a gustarme los chicos, elegí el Teatro y me borraron de Acción Católica.
Ya de señorita, tampoco podía ir a los bailes, porque también era pecado, como pecado era igualmente^- ir al cine cuando era una película de 3 con R, solo para mayores. Recuerdo lo que lloré porque mis padres no me llevaron a ver la película «El Último Cuplé» de Sara Montiel. Quizás hoy se encuentren presentes en este acto mis amigas Marusa y Florita. Ellas recordaran, como yo, que para poder bailar y cantar, nos íbamos, cuando salíamos, los domingos, de la misa de las 11:00, a casa de María Luisa Acuña, que era una mujer muy alegre, que nos enseñaba canciones y nos dejaba bailar, aunque, eso sí, las tres sueltas.
Luego nos marchábamos cada una para su casa o a veces íbamos al cine de Don Paco, si la película no era 3 con R. ¡Qué inocencia de juventud!
En 1966 me casé y me fui a la isla de La Palma, donde viví durante ocho años. Fue allí donde aprendí a bordar ¡quién me iba a decir que esa afición me iba a permitir, años más tardes, poder dirigirme hoy a ustedes como artesana de bordado! Pero, cuando se produjo la famosa explosión del volcán Teneguía, me dio tanto miedo que le dije a mi marido que yo me iba para Lanzarote. Y así fue, regresé a Teguise con mi marido y una niña, mi hija la mayor. Luego tuve otras dos hijas y mí día a día fue, sacar la familia adelante.
Para ayudar con algo de dinero en mi casa, y como las mujeres no teníamos por costumbre trabajar fuera, empecé a bordar pañuelos y a venderlos en algunas tiendas. Los turistas los compraban y valoraban el trabajo artesano. Con el tiempo me dediqué a dar clase de bordado a niñas pequeñas en Teguise, niñas que hoy ya son mujeres y algunas con hijos. Recuerdo con especial nostalgia a un grupo de niñas que vivían en la casa de acogida que Da Dolores Ramírez donó a la iglesia, en la calle de los Árboles. A muchas de esas alumnas las sigo viendo de vez en cuando y siento que ellas me transmiten todo su cariño cuando me dicen: ¿te acuerdas Lula de las meriendas que hacíamos? o ¿te acuerdas Lula de cuando fuimos a La Caleta caminando por el camino viejo? o ¿te acuerdas Lula de cuando estábamos de excursión en La Vega y un pastor, que iba con el ganado, nos dio leche de cabra? Por Carnavales, hacíamos los disfraces con bolsas de plástico. Los finales de curso, las llevaba de excursión. Y es que yo siempre he pensado que aunque mi trabajo era enseñarlas a bordar, ninguna enseñanza es buena si no es divertida y va acompañada de mucho cariño.
En 1985, ya empecé a dar clase a gente mayor y a desplazarme a otros pueblos, como Teseguite, Tao, Guatiza, Mozaga, e incluso a La Caleta, gracias a la iniciativa del Ayuntamiento de Teguise, A todas mis alumnas les tengo mucho cariño, son buenas chicas y hemos compartido muy buenos ratos.
Mis alumnas de este curso, ya saben que este será el último año que imparta clases de bordado, ya que creo que hasta aquí ha llegado mi tiempo de enseñanza y aunque lo dejo con pena, pienso que existen otras cosas y que de cualquier forma seguiré ahí para lo que necesiten.
Me van a permitir ustedes, que llegado a este punto, le dedique una mención especial a mi marido, Pedro Rodríguez, con el que el mes pasado habría hecho 50 años de casada, y a la familia de mis tres hijas y seis nietos que con él he formado.
Es mi intención que este breve relato de mi vida, sirva para transmitirles a ustedes una serie de valores que a veces olvidamos:
Que la felicidad, está dentro de nosotros.
Que no es pecado hacer teatro, ni bailar, ni enamorarse, que el pecado sería no hacerlo.
Que en la vida hay que ser emprendedor, y luchar por lo que uno quiere.
Que enseñar no consiste en obligar a aprender, sino en buscar dentro de cada persona aquello que sabe hacer bien.
Que los artesanos son la memoria viva de nuestras tradiciones, y por eso, deben ocupar un lugar importante en la agenda de nuestros políticos.
GRACIAS A TODOS POR ESCUCHARME
Y QUE COMIENCEN LAS FIESTAS EN HONOR DE LA VIRGEN DEL CARMEN 2016 EN LA REAL, SEÑORIAL E ILUSTRÍSÍMA VILLA DE TEGUISE.