Por Francisco Hernández Delgado
Nos reúne hoy aquí, el deseo yo creo que común a toda nuestra sociedad municipal, de reconocer la entrega y dedicación de un grupo de personas al deporte en el municipio
de Teguise.
Hemos querido que el símbolo protagonista de este acto sea el bote de la pelotamano, que antiguamente se usaba un paredón de piedra.
De este juego que recibe su nombre porque se juega con la mano, se desconoce su origen, algunos de los trabajos de investigación sobre el mismo, entre ellos el de nuestro paisano Juan Manuel Hernández Auta, nos aporta que fueron los habitantes de Lidia sus inventores. Distintos juegos de pelota fueron practicados por los antiguos egipcios, romanos y mayas.
La práctica de estos juegos no obedecía simplemente a una actividad deportiva, sino que estaban relacionados con actos rituales y religiosos, la pelota simbolizaba un astro, sol o luna y el ganar o perder el juego estaba relacionado con la lucha entre la luz y la sombra.
Algunas referencias citan a la pelotamano lanzaroteña como una de las ramas del viejo «jeu de paume». Viejo juego del que era un gran jugador Gadifer de la Salle, el capitán que contrató Juan de Bethencourt para la conquista de las islas. A este jugador se le cita en 1372, como ganador de una partida de «jeu de paume» al duque de Borgoña.
Los juegos de pelota estaban extendidos durante la Edad Media por la Europa, inclinándose algunos investigadores que la llegada a Lanzarote de este juego estuvo en las manos de los normandos y potenciado después con la llegada de los castellanos.
Y aquí en esta tierra que pisaran los conquistadores, quedó junto a los caminos de Rubicón a la Gran Aldea, el «jeu de paume» y el testigo lo cogió, como otras tantas costumbres y tradiciones de esta tierra, la Villa de Teguise.
Las calles y plazoletas donde nuestros hombres practicaban este deporte, quedó registrado por los escribanos públicos en los testamentos y ventas al citar la situación de las viviendas y tierras objeto del documento, así figuran en los documentos de los siglos VXI y XVII, y en pleno siglo XX, como los de Teguise, Guatiza y Soo.
Muchos lanzaroteños que salieron de la isla en la época de las grandes hambrunas, continuaron practicando la pelotamano en el lugar al que emigraron, así vemos a José Guillén que residía en Cartagena de Indias al que se le reconocía como jugador de pelota en 1748.
Alvarez Rixo al referirse a las fábricas y artesanos que hay en Lanzarote a principios del siglo XIX, dice:
Parece que estos habitantes aunque tienen excelente comprensión, se habían figurado que ellos nacieron sólo para sembrar, pescar y jugar a la pelota, y que las demás ocupaciones las destinó Dios para otros hombres.
La pelotamano se extendió por los pueblos y aldeas de esta noble tierra, constituyendo a pesar del poco reconocimiento oficial que se le ha hecho, parte de las señas de identidad de esta isla, de las que hasta ahora únicamente eran sus valedores algunas personas mayores de los pueblos de Soo, Tiagua y Teguise, pero que existieron jugadores en la Vegueta, en Tinajo, porque ya habían desaparecido los jugadores de Tao, Tahiche, Haría, y Guatiza y que gracias a un hijo de esta tierra, enamorado de sus costumbres, nos ha recordado que además de la cebada, el folclore y la lucha, la PELOTAMANO forma parte de nuestro patrimonio cultural, ese hombre es Juan Manuel Hernández Auta.
Y Teguise escoge el BOTE de la pelotamano, como símbolo de este acto, porque de algún modo representa, esa tradición con más de quinientos años de historia, deporte que los lanzaroteños llevaron a otras islas, deporte que se practicaba muchas veces para recaudar fondos en beneficio de los más necesitados, como fueron los organizados para los parados de Lanzarote y para los vecinos enfermos de Soo en 1934, deporte que en algunas épocas fue la única manifestación cultural de nuestros agricultores y marineros, quienes después de las faenas propias de su oficio se reunían en calles y plazas de tierra para jugar