Introducción

Fuente: Teguise. conjunto histórico artístico. 1985
Por Sebastián Hernández Gutiérrez

La Villa de Teguise es, en el contexto canario, uno de los cIntroduccion_01entros históricos con mayor proyección de futuro. Su puesta en valor, gracias a la predisposición patrimonialista de sus vecinos, le coloca en un lugar ventajoso que será muy beneficioso el día en el que Canarias apueste sin prejuicios por el Turismo Cultural.


Una serie de vicisitudes, acontecidas desde finales del siglo XVIII hasta nuestros días, han posibilitado que este núcleo histórico haya permanecido inalterado, mostrándose tal y como era a finales de aquella centuria. La pérdida de la capitalidad, y una profunda crisis económica que afectó igualmente al resto de Lanzarote, hicieron que La Villa se inmovilizara, quedando sus calles, plazas y edificios en un estado de invernación que nos permite retrotraernos a los tiempos en los que Teguise presentaba una apariencia original.
De hecho, el éxito de este conjunto histórico-artístico está en la conservación de una arquitectura homogenizada que le da una singularidad urbanística que no encuentra parangón en la región canaria.
Teguise nace como emplazamiento urbano a mediados Introduccion_04del siglo XV, siendo la tercera urbe de Canarias, al haberse conformado después de Rubicón y Santa María de Betancuria. El asentamiento europeo tomó como referencia el poblado aborigen de la Gran Aldea, siendo el normando Maciot de Béthencourt la persona encargada de su fundación al seguir los mandatos de su tío, Jean de Béthencourt.
Fue este un asentamiento que en la Isla de Lanzarote estaba llamado a ser su capital desde los primeros tiempos, y por tanto su principal población. Para ello sacó el mejor partido posible a una serie de factores naturales que le eran muy favorables. Primero, está a los pies de una atalaya privilegiada que le permitiría divisar una buena porción de la isla. Segundo, se encontraba resguardada de los vientos reinantes (alisios) por los complejos de Famara, Guatifay y Guanapay. Y tercero, su altitud favorecía el suministro de aguas para personas, ganado y el riego de unas tierras muy aptas para el cultivo.
A pesar de ello, la promoción del lugar como núcleo de población definitivo se hizo de esperar hasta pasada la primera mitad del siglo XVI, llegándose a consolidar, una vez que se solventaron los problemas legales y la aparición en la escena política canaria de la familia Herrera, la cual se hizo dueña de buena parte de la isla de Lanzarote. A partir de ese momento se conoció en la localidad un crecimiento rápido y espectacular en el que la arquitectura jugó un papel traIntroduccion-04scendental para dar forma habitable al lugar. Así surgieron con la inmediatez oportuna templos, convento y casas particulares que hicieron del lugar un punto especialmente atractivo para la piratería internacional.
En tal sentido, la historia de Teguise está marcada por los saqueos y las Invasiones, por la construcción y reconstrucción de una Villa que tuvo la imperiosa necesidad de dotarse de un castillo, el de Santa Bárbara, en la montaña de Guanapay.
Teguise operó hasta bien entrado el siglo XVIII como una ciudad-estado desde la cual se gobernaba una isla de señorío contando en su término con la representación del Cabildo, del Beneficio, y de la Escribanía. Su arquitectura, la arquitectura que hoy contemplamos, no es más que un fiel reflejo de estas condiciones y la propuesta de un vecindario que consciente de su status hacía de su casa un producto de prestigio social.
Teguise es, posiblemente, el centro histórico mejor conservado de Canarias, por cuanto que no ha sufrido grandes alteraciones a lo largo de siglos XIX y XX. La precaria situación económica vivida por este municipio en los orígenes de la modernidad y el impacto del descontento que le produjo la pérdida de la capitalidad insular en favor de Arrecife, tuvo como consecuencia un terrible enfriamiento de la economía local, perdiendo el tren de la renovación urbana y otros movimientos vanguardistas que de haber calado en La Villa, hubiesen trastocado su originalidad.Introduccion_06
El Neoclasicismo, el Eclecticismo, o el Racionalismo no llegaron nunca con fuerza a Teguise y son contados los ejemplos arquitectónicos que se hacen eco de la llamada arquitectura académica. Por tanto, queda como señal de identidad la edificación autóctona de sesgo mudejarista en la que sobresalen las casas terreras y de dos plantas, con proliferación de ventanas de cuarterones, con cubiertas planas, y sin teja árabe. Una arquitectura vernácula que tiene su propio formato hasta el punto de ser factible hablar de una variable teguiseña de la arquitectura canaria.
En la actualidad Teguise, y especialmente desde que el municipio conoce tiempos felices como consecuencia de la implantación en su término del subsector turístico, lucha denodadamente contra sí misma por mantener inalterado el perfil de sus calles, convertidas, curiosamente, en un atractivo de primer orden dentro de la oferta cultural lanzaroteña. Así, un paseo por el Teguise del siglo XXI es lo más parecido que encontraremos en Canarias a una visita al Archipiélago de nuestros abuelos, ya que La Villa se conserva, en tal sentido, con el sabor de lo verdaderamente antiguo.

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