Santa Catalina

Por Francisco Hernández Delgado

Las primeras noticias sobre la advocación de Santa Catalina en Canarias, fueron facilitadas por el cronista-soldado ANTONIO SEDEÑO, que intervino en la conquista de las Islas en el siglo XV.
Dice Sedeño que sobre 1390, unos mallorquines entre los que viajaban unos frailes, edificaron una ermita cerca de Telde, bajo la advocación de Santa Catalina y San Antón.
Un estudio sobre la Bula de Martín V, fechada en Roma el 2o de Noviembre de 1424, demuestra la existencia en Lanzarote de algunas ermitas.

Santa Catalina en Canarias, ha propiciado topónimos, que abarcan a casi la totalidad de las islas. En lo que se refiere a Lanzarote, SANTA CATALINA era uno de los pueblos más importantes, junto con Tingafa, Mancha Blanca, Chimanfaya, Chupadero, Maretas y otros que ocupaban las principales vegas que fueron sepultadas por las erupciones volcánicas del siglo XVIII
Sus habitantes vivían de la agricultura y ganadería. Numerosas referencias: 3 estos habitantes aparecen en los protocolos del Archivo Provincial. Nombres como JOSEPH CALLEROS, MATHEO BLACINA, JOSEPH RODRÍGUEZ CURBELO, MANUEL GONZÁLEZ GUERRA, LUIS MORENO que era heredero del Capitán SAMARIN, y otros tantos, figuran como vecinos de Santa Catalina antes de las erupciones volcánicas.
El 7 de Septiembre de 1730, las masas de lava destruyó el pueblo de Santa Catalina. Sus habitantes huyen hacia el norte, sacan la imagen de Santa Catalina con sus alhajas de la ermita antes que el fuego llegara a ella y la llevan a La Iglesia de Teguise, depositándola en la capilla del Rosario, más tarde convertida en capilla de las Mercedes y en la actualidad capilla del Sagrado Corazón de Jesús.
Sobre sus camellos continuaron viaje hasta llegar a los Valles del guardián Luis Alonso, único vecino de aquel lugar, una vez que construyeron sus viviendas, iniciaron las obras de la ermita, que culminaron el 25 de Septiembre de 1749, ese mismo día tuvo lugar el reencuentro de los vecinos con la imagen que ellos y sus antepasados habían venerado en el Pueblo de Santa Catalina, antes de las erupciones volcánicas. La sagrada imagen con autorización del Obispo Guillén, es llevada desde la Villa de Teguise a los Valles de Santa Catalina.

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