Pregón de Caleta Famara 2014

Pregón de las Fiestas del Sagrado Corazón de Jesús
Caleta de Famara 2014

Por: CELA MORALES

Querido pueblo de La Caleta, caleteros, amigos y vecinos.
En primer lugar, quiero agradecer al Ayuntamiento, y en especial a nuestro Alcalde, Oswaldo, y también a Daniel, como responsable de estas fiestas, el gran honor que supone para mí compartir con todos ustedes un momento tan especial: el de pregonar LA FIESTA DE LA CALETA, MI QUERIDA Y TAN VIVIDA Y DISFRUTADA CALETA DE FAMARA, que celebra un año más la festividad de Nuestro Sagrado Corazón de María.

famara-2015
Por supuesto, quiero agradecer también todo el cariño mostrado por mi familia, mis amigos y mis vecinos, que durante estos últimos días, me paraban por la calle felicitándome porque iba a ser la pregonera de las fiestas… !QUIÉN ME LO IBA A DECIR A MÍ!

Reconozco que algo de nervios he pasado desde que Dani me invitó a hacer la lectura de este pregón que abre las fiestas de La Caleta, e incluso, les tengo que contar que cuando el alcalde, -al que conozco desde que era un niño-, me llamó y me dijo: ¡Felicidades Cela! (yo pensé, pero si no es mi cumpleaños ni nada), y es que todavía no era consciente de la responsabilidad y del honor que en el fondo supone estar aquí hoy con todos ustedes y contarles un poquito de cómo he disfrutado yo de este pueblo en 56 años de vida, y del orgullo que supone haber nacido en La Caleta de Famara.
Como ustedes imaginarán, aunque muchos de los presentes me conocen bien, toda mi vida ha estado relacionada con el mundo de la pesca. Recuerdo perfectamente cómo mi padre salía a pescar con mis hermanos, y venía cargado de pescado (meros, viejas, cabrillas,… de todo y en abundancia!!)
De tantos meros que traían, acababan tirando al agua muchos, porque si no, no había manera de varar los barcos.
Y aunque la pesca ha sido siempre cosa de hombres, nosotras las mujeres caleteras también hemos dedicado horas acompañando a nuestros maridos en la faena.
Durante horas y horas he acompañado a mi marido Mingo,… imagínense ustedes, con 36 años de casados, cuántas horas habremos alegado en el barco entre pesca y pesca, entre calamar y calamar…
O cuántas veces hemos estado las mujeres del pueblo, esperando a nuestros maridos en la playa, porque el mal tiempo nos hacía pasar algún mal rato, preocupadas porque volvieran a casa sanos y salvos, y por supuesto, con mucho pescado bajo el brazo…(bendito pescado fresco, que una nunca se cansa de deleitar,… y así estamos todos los caleteros de sanos, verdad?)
Y hablando de caleteros de toda la vida…me encantaría saludar a mis amigas y primas, Angelina, María Amparo, Loli, Celerina, Lusa, también a Enrique, y cómo no, enviar un beso fuerte a mi cuñada Yolanda, y mis primas María del Carmen y Gina, que aunque ya no están entre nosotros, siguen estando en nuestros corazones.
Con todas ellas he compartido muchos buenos momentos,… durante las fiestas haciendo banderitas con agua y harina para decorar el pueblo, o tirándonos del trampolín de la Caleta, que no era otra cosa que una piedra en el centro de la playa, donde íbamos a bañarnos sin permiso de nuestras madres, y claro, así a la vuelta nos daban con la chola… sí, porque en esa época se «recibía» mucho, como en la escuela.
De la escuela de La Caleta tengo muchos recuerdos y anécdotas que contar… recuerdo a mi profesora Doña Susana, ella era palmera, y muy buena la verdad, era la única que no nos daba palos, ni nos ponía de rodillas en el rofe, ni con los brazos abiertos como Jesucristo. Gracias a Dios, porque la pobre mujer tenía que tener un paciencia infinita con uno…
¡Yo era una burra!, que ni dándome con la regla, me entraban a mí los estudios, y claro, las maestras le decían a mi madre que no era torpe ni nada, pero que no me entraba…. en fin, yo siempre les he dicho a mis hijos: «Ustedes no sean tan burros!!, hay que estudiar y aprender mucho en esta vida!»
Recuerdo también cómo mi madre, Candelaria, trabajaba duro para traernos alimento a casa. Iba a vender pescado, caminando hasta la Villa con las cestas en la cabeza, y también subían hasta Haría por el Risco para intercambiar el pescado por fruta, higos, lentejas, y todo lo que aquí no teníamos.
Antiguamente, la gente del pueblo tostaba el millo para luego molerlo en la molina de La Villa, y bajaban el Risco con los costales llenos de gofio caliente, quemándose las cabezas, y luego la boca, porque claro, cuando llegaban cogíamos un “puñáo” de gofio y nos lo echábamos rápido a la boca, y a veces incluso, nos asfixiábamos un poco.
De eso hace ya 40 años y las fiestas ha cambiado mucho,… los ventorrillos ya no son de palmeras, las verbenas antes se hacían en la tierra, y ya no hacemos banderas con harina y agua en la casa del cura, aunque cuando quiera el señor alcalde, Oswaldo, nos juntamos las caleteras y les enseñamos a los chinijos a hacerlas para que vean lo resistentes y bonitas que quedan…
Antes cuando llegaban las fiestas, a las que siempre ha venido mucha gente porque son de una de las mejores de la isla, la Caleta también se llenaba de veraneantes, y cualquier cosa que pasara, pues claro, se enteraba todo el pueblo.
En una ocasión, el pueblo se revolucionó,… se oyeron gritos y todos salimos despavoridos de nuestras casas: resultó ser una madre angustiada, que gritaba ¡SOCORRO, SOCORRO!, porque su hijo, el muy travieso, se había subido al poste de la luz… Para sorpresa de todos, ese niño travieso pegado al palo era Eugenio Robayna, más conocido como Eño, que se había enganchado al palo y tuvieron que tirarle una manta para que no se electrocutase. Por suerte para todos, y gracias a Dios, Eño está vivito y coleando.
Nuestras fiestas de La Caleta siempre han contado con un sentido y una tradición religiosa, que se manifestaba cada verano a través de una misa y una procesión marítima, siempre y cuando el tiempo lo permitiese. Después de hacer honor a Nuestro Sagrado Corazón de María, llegaban los bailes con la orquesta de Lira de La Villa de Teguise. No había caletero que no se echase un baile.
Y es que las noches de La Caleta son muy tranquilas todo el año, pero cuando llegan las fiestas es otra historia. Algunas veces, cuando los marineros acercaban a los turistas en barco a la isla de La Graciosa, -los poquitos turistas de la época-, en el viaje de vuelta venían muy animados, y la armaban cuando varaban los barcos en el muelle, despertando a los vecinos de las casas más cercanas a la playa. Muestra de que en todas las fiestas, siempre hay alguien armando algún pleito.
Afortunadamente, luego siempre vuelve la paz y reina la tranquilidad en el pueblo.
Pasaron los años y una va haciendo su vida,…me casé, tuve 3 hijos, y a pesar de que no se me conoce oficio, para atender a la familia, faena siempre ha habido.
Recuerdo cuando íbamos a lavar al antiguo pozo, situado a la entrada del pueblo. En aquel entonces, las pocas familias que vivíamos aquí en La Caleta todo el año, cada una tenía una pila para lavar.
El pozo acababa siendo el punto de encuentro de todas las mujeres, donde además de faenar, hablábamos de todo un poco, de las ocurrencias de unos y otros del pueblo, de nuestras historias del día a día, mientras tanto, pasaban por allí los turistas que venían de Famara, que se quedaban tan impresionados por nuestra vestimenta y nuestra forma de realizar la tarea, que nos sacaban fotos y todo.
En uno de esos viajes al pozo con mi madre, cuando ya volvíamos con la carretilla cargada de ropa, yo sentí algo de dolor en la zona del bajo vientre, y comencé a quejarme, mientras mi madre, no prestándome mucha atención, me decía: «Venga, vamos mi hija, que eso son dolores de lavar en la pila», y lo que realmente sentí yo en ese momento no eran dolores de espalda, eran los dolores propios de una mujer preñada antes de dar a luz, eran los dolores de parto de mi primer hijo.
Y seguí lavando en la pila,..y seguí teniendo hijos…y unos cuantos años más tarde, vinieron los nietos…
Gracias a Dios, tengo una familia que hoy en día disfruto con muchas más comodidades que en épocas pasadas, y a los que siempre recuerdo que no sean tan burra como su abuela, pero que disfruten de este maravilloso pueblo de La Caleta, de su paisaje, de sus buenas gentes, y que disfruten también de estas fiestas tan especiales para todos, de las que estoy muy orgullosa como caletera, y que lo hagan con alegría, buenos sentimientos de respeto y amistad hacia los demás.
Espero que todos los que nos visitan cada año, sepan disfrutar y respirar un poquito de la verdadera esencia de La Caleta de Famara, en unos días en los que se rompe la monotonía y podemos estar todos juntos en la calle gozando de actos festivos y de la visita de tanta gente que quiere compartirlos con nosotros.
Gracias de corazón por darme la oportunidad de contar un pedacito de mi vida como caletera, y espero que disfruten todos con mucha salud y alegría esta semana de fiesta.
¡Viva La Caleta, viva su Fiesta y vivan los caleteros!

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